Opinion

Reactivación vacilante

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Las sobrecogedoras imágenes que reflejan el escenario de muerte en masa y destrucción en que se ha convertido Haití, donde ayer se confirmó el fallecimiento de los españoles Yves Baltroni y María Jesús Plaza, da testimonio de la impotencia absoluta a la que la pobreza extrema condena a un país que no cuenta con los recursos mínimos para afrontar un terremoto tan catastrófico. Pero también denuncia la incapacidad evidenciada por la comunidad internacional para acudir con ayuda suficiente, organizada y en breve tiempo al rescate de las personas atrapadas bajo los escombros y en auxilio de los miles de heridos abandonados a la peor de las suertes. El hecho de que la intervención internacional pueda verse obligada a socorrer a la población mientras trata de contener los saqueos, los enfrentamientos violentos y la gestación de tramas criminales a cuenta del seísmo no es más que el reflejo de una tardanza imposible de explicar únicamente por las dificultades de acceder por carretera o por mar a las zonas afectadas, o de aterrizar en el aeropuerto de Puerto Príncipe. La indescriptible crisis humanitaria acaecida en Haití ha demostrado que las instancias internacionales carecen de un mando de operaciones capaz de evaluar las necesidades de una catástrofe de estas dimensiones, realizar un cálculo inmediato del contingente humano y de los recursos materiales precisos para una actuación de emergencia, y coordinar la oferta que realicen los distintos gobiernos y organizaciones no gubernamentales. De forma que buena parte de la ayuda anunciada y del voluntariado dispuesto a salvar el mayor número de vidas posible y a atender a los supervivientes más damnificados constituye más un gesto moral y ejemplar que una aportación eficaz y real para paliar las consecuencias de tan terrible terremoto. Esta catástrofe natural no ha hecho más que corroborar las deficiencias que, en cuanto a los sistemas de emergencia internacional, mostraron otras situaciones análogas. Urge operar con la máxima rapidez en Haití, cuando la esperanza de rescatar con vida a las personas sepultadas languidece, reorganizando sobre el terreno los medios humanos y materiales disponibles. Pero urge también establecer una organización internacional que, bajo el mandato de Naciones Unidas, sea capaz de optimizar en tiempo récord los recursos dispuestos a actuar tras cualquier desastre de este alcance.

La evolución del mercado inmobiliario en el último trimestre de 2009 que, según las estadísticas oficiales, apunta a una moderación de la caída de los precios y una leve recuperación de la compraventa de casas parece confirmar el epílogo del desplome del sector. Pero la evaluación gubernamental no se ajusta a la percibida por los promotores inmobiliarios, para quienes no refleja de forma fidedigna el ajuste real de los precios del mercado, sensiblemente más bajos que las valoraciones institucionales. Es cierto que la distorsión al alza de las operaciones de compraventa para salvaguardar una imagen positiva del patrimonio inmobiliario coincide con la necesidad de los propietarios de garantizar el aval de sus préstamos. Con todo, no son las estadísticas ni las recomendaciones institucionales las razones que incentivan, en última instancia, a los compradores, sino la confianza de obtener créditos viables y las expectativas en el empleo. El incremento del IVA anunciado para mediados de año tampoco constituye un aliciente para activar un mercado saturado, que, mientras no se vaya drenando, bloqueará la necesaria reactivación de un sector económico todavía fundamental.