Sociedad

El modesto pito de caña se hace grande y el coliseo se llena de coplas

Durante un mes la vida de la casa de los ladrillos 'coloraos' gira en torno a las letras carnavalescas de los coros, comparsas, chirigotas y cuartetos

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El Falla no sería lo que es sin el Carnaval y el Carnaval, tampoco sin el Falla. Este juego de palabras resume fácilmente lo que representa la casa de los ladrillos 'coloraos' para la fiesta por antonomasia de Cádiz. Que se lo pregunten a Josefina Junquera, aquella concejala de Cultura que osó decir que el Teatro Falla era para gente seria. La que se llevó de los copleros no fue normal a principios de la década de los 90, coincidiendo con la reapertura del Teatro tras la profunda reforma de la que fue objeto durante cinco años.

Pero la historia del concurso de agrupaciones en el Falla se remonta mucho más atrás, pero tampoco tanto como la gente cree. Para que nos entendamos, que los inicios de la fiesta poco o nada tienen que ver con la inauguración del coliseo en 1910. En otras palabras, la Boheme de Puccini no tuvo que compartir protagonismo con ninguna letra porque al principio el Carnaval era una cosa más de patio y casapuerta que de recinto cerrado.

Habrá que esperar hasta la década de los 50 para asistir a los primeros concursos de agrupaciones con una estructura más o menos similar a la que hoy conocemos. Eso sí, con algunas pequeñas o grandes diferencias según se mire, la mayor, sin duda, el número de grupos que llegaban desde fuera, muy inferior al de hoy en día. La otra estriba en la concepción, ya que de todos es conocido que durante el régimen franquista el término Carnaval fue sustituido por el de Fiestas típicas, lo cual trajo consigo un cambio de fechas que, lógicamente, afectó al calendario del propio teatro.

Pero, independientemente del nombre con el que se le conociera, lo único cierto es que, poco a poco, se fue haciendo grande y la casa de los ladrillos 'coloraos' se convirtió en un magnífico escaparate para que las propias agrupaciones pudieran abrirse camino en el exterior. Uno de los mejores exponentes fue la comparsa Los Beatles de Cádiz que saltó casi directamente del Falla a América sin pasar por Badajoz. Fue una de las obras maestras de Enrique Villegas, protagonista de una época en el Falla, al igual que Paco Alba, que fue capaz de componer en un camerino un cuplé sobre la victoria del Real Madrid en una Copa de Europa y llevarse una ovación de leyenda. Tan grande como el abucheo que recibió con Estampas Goyescas en 1973 y que demuestra la idiosincrasia especial del público que rodea el concurso, un respetable singular y siempre ligado a la picaresca generada en torno a las entradas.

En 1986 la reforma del recinto obligó a que las coplas se trasladarán al Teatro Andalucía. Precisamente esa edición estuvo marcada por uno de los mayores «escándalos» que se recuerdan tras la decisión del jurado de dejar fuera de la final a Los Cubatas. Tras la bronca, el Falla se cerró para las obras y no volvió a abrirse hasta cinco años después. La chirigota El ladrón de Bagdá y tó los demás de mentira tuvo el honor de cortar la simbólica cinta tras un irrepetible discurso de Enrique Márquez. Entonces, Josefina Junquera entró en escena para cuestionar la higiene carnavalesca y éstos se unieron para que nadie pudiera echarlos de un escenario que, según ellos, tiene una acústica inigualable. Un teatro cuya vida gira durante un mes en torno a las letras de los coros, comparsas, chirigotas y cuartetos.