Jerez

El enoturismo duplica su oferta en Jerez

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La clave está en saber transmitir al visitante la cultura, la tradición, el peso de la historia, el valor económico, la riqueza gastronómica y, sobre todo, las posibilidades de futuro que tiene el Marco de Jerez. Ése es el objetivo de las Rutas del Vino y el Brandy de esta zona productora de caldos y espirituosos, un proyecto que vio la luz en el año 2006 auspiciado por los ayuntamientos de la comarca y los Consejos Reguladores de estas bebidas, y que tres años después ya ha duplicado los 60 miembros con los que inició esta andadura.

«La apuesta privada por las Rutas es esencial», explica la presidenta de la Asociación de las Rutas del Marco, Ana Villalobos, que recalca que a estas alturas el proyecto ya está afianzado en la Denominación de Origen y cada vez aglutina a más empresas. Y eso pese a los estrictos requisitos que exige para ello el manual de las Rutas del Vino de España, de las que las de Jerez forman parte y que audita y certifica que todos los que se han subido a este barco ofrezcan una propuesta de calidad y, sobre todo, centrada en los exquisitos vinos y brandies que se envejecen en las bodegas.

La oferta enoturística del Marco de Jerez todavía está a años luz de la que existe en otras zonas productoras del mundo,

como la del valle de Napa en California, donde un visitante permanece varios días y se gasta en cada jornada unos 90 euros (en España la media es de 10). Pero en estos años ha dado pasos de gigante para que los enamorados del vino y del jerez encuentren un amplio y diversificado abanico de posibilidades de ocio.

Eso sí, el principal reclamo para el enoturista, y también para el resto de visitantes menos especializados, siguen siendo las catedrales del jerez, las bodegas de la Denominación de Origen que antes de la puesta en marcha de las Rutas ya recibían alrededor de medio millón de visitas cada año. No en vano, entre ellas están algunas de las más visitadas de Europa.

Es el caso de la bodega Fundador Pedro Romero, ubicada en pleno casco histórico (su fachada conserva parte de la muralla árabe original) y en la que los turistas pueden imbuirse en el peso de la historia; recorrer los mismos cascos por los que pasaron la reina María Cristina o su hijo, Alfonso XIII; y adivinar por qué el científico Alexander Fleming, el padre de la penicilina, exclamó tras probar los caldos y conocer su forma de elaboración única:«Yo descubrí un hongo que cura a los enfermos, pero vosotros tenéis una levadura que resucita a los muertos».

Rocío Benítez es miembro del equipo de Relaciones Públicas de Beam Global, y después de 23 años mostrando las bodegas de esta firma, entre ellas la más antigua del Marco (El Molino se fundó en 1730), reconoce que «visitas siempre han llegado, sobre todo a las casas con más historia, aunque ahora la oferta es mucho más completa». En el caso de Beam Global, que también cuentan con las bodegas Harveys y Terry –en El Puerto–, hay múltiples opciones que van desde recorrer las viñas (como El Majuelo) o conocer el Palacio Domecq en el centro de Jerez, a participar de almuerzos de maridaje en algunos de esos enclaves. Eso sin olvidar el magnífico espectáculo ecuestre que se disfruta los viernes en Terry, y que en verano se convierte en las Noches de Embrujo en las que los caballos se dan la mano con el flamenco y la gastronomía para delicia de un visitante cada vez más exigente que tiene una edad media de 40 años, viaja en pareja sin hijos y tiene un buen poder adquisitivo.

Por ese motivo, porque las Rutas del Vino apuestan por atraer a expertos o aficionados a la enología, la asociación que regula esta oferta turística no sólo exige a sus miembros unos horarios de apertura, material promocional, atención en varios idiomas y un sistema de gestión de reservas, sino que pide que el personal que defiende las virtudes del producto esté bien formado para transmitir la cultura del vino.

«Sin esos conocimientos y ese afán por volver a hacer del jerez un símbolo de la ciudad no podríamos avanzar», dice la presidenta de la Asociación de las Rutas del Marco, que reconoce que cada trabajador de cada empresa asociada es un prescriptor de los vinos de la tierra.

El ejemplo es más que evidente en El Gallo Azul, restaurante emblemático del centro de Jerez en el que la relación con el vino va más allá de los antiguos anuncios de la casa Domecq en la fachada o en los azulejos del pórtico. En su carta, centrada en elaboradas tapas y raciones, destaca la unión de los mejores productos y sabores con los caldos de la Denominación. «Cuando un turista prueba el atún de almadraba con crema de patata acompañado de amontillado ya no vuelve a pedir otros vinos», cuenta Diego Lora, uno de los camareros, que admite que los visitantes llegan atraídos por la oferta de las Rutas, aunque «su primera opción es comer con tintos o blancos de otras regiones». «Está en nuestra mano aconsejarles, sugerirles que prueben los maridajes con el jerez, y siempre se van encantados».

Pero hay muchas más opciones para el enoturista gracias a esos 120 negocios que ya reman en la misma dirección: la de crear empleo, atraer a más visitantes y aumentar la cifra de consumidores, captar un perfil de cliente con más poder adquisitivo y revalorizar recursos como las bodegas y viñedos.

Y es que el reto de la asociación ahora ya no es tanto crecer en número, sino en calidad y diversidad. Ya hay enotecas, museos atractivos, espacios como la Hacienda Vistahermosa donde el tinto es el protagonista y que tiene una clara vocación didáctica y de disfrute, hoteles construidos en bodegas o centros de relajación con enoterapia. Ya no se trata sólo de beber vino.