ESPAÑA

La primera misa de Munilla reproduce la división política por su nombramiento

SAN SEBASTIÁN. Actualizado: Guardar
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José Ignacio Munilla se convirtió ayer en el nuevo obispo de San Sebastián. Lo hizo arropado por 40 prelados y miles de fieles que colapsaron la catedral del Buen Pastor con la intención de cerrar las heridas abiertas tras conocerse su designación por el Vaticano. Apeló a la unidad de la diócesis, se presentó «pobre y humilde» y culpó al «factor mediático» de que algunos, en una clara alusión a sí mismo, sean vistas como «'supermanes'» o «demonios».

La ceremonia en la que Juan María Uriarte entregó a su sucesor el báculo fue, para sus seguidores, un desagravio, tras dos meses de duras críticas desde el nacionalismo y los sectores más progresistas del clero contra Munilla, al que consideran representante de los sectores más reaccionarios de la Iglesia.

Para el PNV, su nombramiento forma parte de una estrategia «política» para diluir el «hecho diferencial vasco». En el lado opuesto, el PP, que no ha tenido reparos en defender a Munilla. Estas dos posturas se evidenciaron en el Buen Pastor. Ningún cargo del PNV se situó en la zona de autoridades. Sí los del PP, entre ellos la presidenta del Parlamento vasco, Arantza Quiroga. En un lateral también estaba María San Gil. El PSE, que ha buscado la equidistancia, envió a Mikel Serrano, alcalde de Zumarraga, localidad en la que Munilla ejerció como párroco. No acudió Odón Elorza, alcalde de San Sebastián.

El escenario al que accede el hasta ahora obispo de Palencia es complicado. Quizá por ello, la cúpula de la Iglesia se esforzó en convertir la misa, que se prolongó casi dos horas, en un cierre de filas. Ni un mal gesto ni una mala palabra. Hecho el traspaso de poderes, los fieles dieron su veredicto. Siete minutos de aplausos ininterrumpidos.