Opinion

Ligereza

Los nuevos viejos no piensan en la muerte. De repente, ven mucho tiempo por delante

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Bueno, allá vamos un año más lanzados hacia el futuro. Qué impertinente servidumbre ésta del estar constantemente atados al tiempo que fluye. Instalados, por decirlo así, en el devenir. En fin, discúlpenme, una vez más, el tonillo vagamente agridulce. El autor que estoy leyendo ahora, Sainte-Beuve, un francés del XIX, opina que a medida que nos vamos haciendo viejos llegamos a ser de manera natural menos superficiales. Y que, a la vez, nos resulta cada vez más difícil ser ligeros. Suena cabal. Pero no sé si me lo creo. Al menos, yo conozco unos cuantos pájaros recién jubilados (o a punto de jubilarse) bastante ligeros de cascos. Yo los llamo 'los joviales jubilados juveniles'. Y supongo que ya saben a qué clase de tipos me refiero. Seguro que conocen a algunos. Conservan el buen aspecto, se visten con ropa deportiva de alegres colores y suelen adoptar una actitud despreocupada y autosatisfecha, un tanto cargante, como queriendo dar a entender que lo importante es disfrutar de la vida sin demora y que ellos saben muy bien cómo hacerlo. ¿Un fenómeno nuevo? Probablemente lo sea. Uno me dice: me he vuelto a enamorar, estoy como flotando, la vida es bella. El otro me cuenta que se va a dar una vuelta por el Caribe en plan relax para darle esquinazo al invierno. Un tercero está esperando la inminente jubilación para empezar a dedicarse a lo que siempre ha querido: montar su propio gimnasio de super-lujo para sexagenarios saludables.

Es de locos. Los nuevos viejos no piensan en la muerte. De repente, ven mucho tiempo por delante. Y no les apetece desperdiciarlo. Ser realmente joven, serlo de verdad, resulta ahora bastante complicado. Sobradamente preparados, de acuerdo, y con conocimientos de inglés, pero con una competencia brutal y unos sueldos de risa. Y por añadidura, hipotecados hasta las cejas. El chollo ahora es ser un rejuvenecido J&J: un jubilado juvenil con pasta en el bolsillo. Y a ser posible, con la dentadura reconstruida y blanqueada para sonreír sin complejos a diestra y siniestra. Algunos se ponen en forma, se untan unas cremas, se arreglan un poco y te sueltan lindezas como: «Me he liberado de unas cuantas tonterías sin importancia y, créeme, soy otra persona, nunca me he sentido mejor». En fin, qué paciencia. Sin embargo, lo interesante debe de ser precisamente eso: que ahora da tiempo para ser otra persona,para reinventarse. Para empezar de nuevo. Antes sólo daba tiempo para ser uno. Ahora puedes ser dos. O más. ¿Menos superficiales? ¡Bobadas! Precisamente, lo que busca ahora todo el mundo es la superficialidad. Lo profundo, aburre. Lo pesado, cansa. En la época de Sainte-Beuve la ligereza y la superficialidad eran términos peyorativos. Ahora, me temo, es lo que todo el mundo intenta alcanzar a cualquier precio y por el medio que sea.