TRES MIL AÑOS Y UN DÍA

Navidades menos blancas

La economía sumergida no sólo supone un balón de oxígeno para los que sobrevivien a dos velas, sino también un sobresueldo para los empleados mejor pagados de la provincia: los portuarios

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Los veinticuatro detenidos de esta semana en el puerto de Algeciras en una redada practicada por la Guardia Civil contra el narcotráfico a través de dichos muelles vienen a demostrar que la economía sumergida no sólo supone un balón de oxígeno para los boquerones perdidos, los que están caninos, los que sobreviven a dos velas, sino que supone un sobresueldo para algunos de los empleados mejores pagados de la provincia, esto es, los portuarios. Y, por otra parte, dejará sin doñablanca en Navidad a algunas de las narices gaditanas más rayadas del momento, tras la aprehensión de 213 kilogramos de cocaína que vienen a sumarse a varias toneladas incautadas en los últimos meses. Hace justo un año, por ejemplo, cayeron tres clanes repartidos por Cádiz, Jerez, Chiclana o el Campo de Gibraltar, a quienes suministraba un colombiano que residía en Madrid. Este, junto con otros cómplices, vendía la droga a sus contactos en Jerez, que la pasaban a Chiclana y estos -los temidos Macandeses-viajaban hasta Algeciras y La Línea para distribuirla allí. En 2004, sin embargo, la Operación Boludo, llevada a cabo entre Cádiz y Málaga, demostró que el mapa gaditano de la coca lo mismo alcanzaba también a otros puntos de América, como Argentina o Bolivia.

Lo que la 'operación Espuela' ha dejado ahora al descubierto en Algeciras era una subcontrata de una banda que opera en América Latina, en una red que implicaba, según todos los indicios, a un vigilante privado, gruístas, estibadores, conductores, palistas y peones, al servicio de un intermediario malagueño al que se conoce con el nombre de Nico: la droga venía de Guayaquil, en Ecuador, a bordo de un contenedor cargado de platanos, entre los que se había colado un paquete de cocaína. No menos de diez distribuidores, desde Los Barrios a Sotogrande, se encargaban de llevarla y traerla a lo largo del sur. Cinco operaciones y una activa labor de contravigilancia por parte de los picoletos, hicieron falta para desbaratar este próspero negocio del mercado negro internacional con ramificaciones locales. También el puerto de Cádiz ha servido para similares prácticas: en 2006, por ejemplo, en un almacén del muelle Marqués de Comillas, se localizaron 473 kilogramos de heroína ocultos en un contenedor que aparentemente transportaba latas de anacardos, empaquetadas por la empresa brasileña Cascaju Agroindustrial S. A. Las formulas para hacer llegar la droga a los contenedores es tan diversa como pintoresca, incluyendo lanchas rápidas o buques nodrizas, o utilizando incluso la cámara frigorífica que protege a las mercancías que viajan a bordo de los mismos.

Y todo ello teniendo en cuenta que el grueso del narcotráfico en el Estrecho sigue corriendo a cargo del hachís, utilizado a veces para el intercambio con otros productos, en una geografía que lleva desde las costas marroquíes, a las de Málaga y Cádiz, donde los narcos de Barbate y Sanlúcar de Barrameda han contado históricamente con un notable protagonismo, que todavía mantiene el Guadalquivir, tras el relativo blindaje policial que ha supuesto la instalación del Sistema Integrado de Vigilancia Exterior (SIVE). Examinemos por ejemplo los datos que conciernen estrictamente a la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco) de Algeciras. En lo que va de año, sus dos grupos dedicados al narcotráfico han procedido a la incautación de 4.441 kilogramos de droga: 4,41 toneladas de hachís, 252 gramos de cocaína, así como 16 pastillas de metanfetamina (MDMA). El año pasado se aprehendió más hachías y más cocas: 5.166 kilogramos entre ambas drogas. ¿Hay menos comercio o mayor astucia por parte de sus mercaderes? Un dato interesante, sin embargo, se refiere a la lucha contra el blanqueo de capitales: la Udyco efectuó 18 investigaciones patrimoniales, con 116 detenidos, 64 de ellos marroquíes y los otros 50, españoles. Todos los caminos conducen a la coca: desde hace treinta años, lo mismo llega por correo que camuflada la base como si fuera el marco de un lienzo o dentro de una cafetera. Los tratantes de esta droga han llegado a contar con bases en Marruecos, en Galicia y por supuesto en Andalucía, en una geografía de la distribución que para sí la quisieran mercancías legales y que no sólo ha nutrido a los lavabos urbanos sino a buena parte de las zonas rurales de esta y de otras provincias.

Pero no sólo de esta sustancia viven los adictos gaditanos. A los más inexpertos les pueden colar anfetamina o metanfetamina molida en vez de coca: sus efectos mentales son aún peores. Y, por supuesto, para abaratar costes, se sigue comercializando el speedball, lo que se llama rebujito: una mezcla explosiva, entre estimulante y tranquilizante con un 80% de cocaína y el resto heroína. Porque el caballo ha vuelto a Cádiz. O quizá no se ha llegado a ir del todo a pesar del Sida o de los aditivos letales con que se cargaban las dosis de los 70 y de los 80, con polvo de ladrillo y matarratas entre sus componentes: esta provincia fue una tumba hasta que la metadona pareció apaciguar la situación aunque fuera a costa de convertir en zombis a los yonquis. A pesar de las apariencias y de la paz social, las coordinadoras contra la droga siguieron constatando que todavía funcionaba el bazuko, el alvalito, o los opiáceos fumados, los célebres chinos. ¿Volvemos a empezar?