Sociedad

Políticos con mucho arte

Actores y músicos de todo el mundo han defendido causas políticas y han llegado a asumir puestos relevantes

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En España, se vive aún con reparos el compromiso social de los artistas, pero los cómicos españoles no hacen sino seguir la estela de muchos grandes de Hollywood. Ya en la época de la Guerra Fría, el proceso de McCarthy (la celebérrima 'caza de brujas') buscó limpiar Estados Unidos de criptocomunistas. Directores inteligentes, como Elia Kazan ('Al este del Edén', 'Un tranvía llamado deseo'), se vieron reducidos a la cualidad de soplones, para desgracia de otros genios como Charles Chaplin.

Cuando se habla de artistas americanos metidos en política, siempre surgen nombres vinculados al Partido Demócrata: Sean Penn, Matin Sheen, Susan Sarandon, Tim Robbins, George Clooney, Robert de Niro, Bruce Springsteen... Sin embargo, los actores que han bajado realmente a la arena política lo han hecho bajo paraguas republicano: Arnold Schwarzenegger se convirtió en gobernador de California y Ronald Regan abandonó su cómodo puesto de pistolero en 'westerns' de serie B para dirigir al país más poderoso de la Tierra.

En Europa, los actores han preferido la presencia en las calles que en los despachos. La griega Melina Mercouri fue una notable excepción: conocida luchadora contra la dictadura de los coroneles, se exilió en Francia y sólo regresó a su país con el advenimiento de la democracia. Entonces se convirtió en militante del Movimiento Socialista Panhelénico, diputada y finalmente ministra de Cultura. En Italia, país con cierta tendencia hacia la opereta, la llama del compromiso político fue a prender en el abusivo pecho de Ilona Staller, por mal nombre Cicciolina, que en 1987 pasó de actriz porno a diputada por el Lazio (región de Roma) gracias al Partido Radical Italiano. Su campaña, basada en el pacifismo, la ecología y la exhibición generosa de su cuerpo, le valió el apoyo de 20.000 italianos. Más allá de astracanadas, el director Nanni Moretti se ha convertido en un azote continuo de Berlusconi, a quien retrata con acidez en su última película, 'El caimán'. Mientras tanto, en Francia, la bellísima actriz Emmanuel Béart, embajadora de Unicef, se ha convertido en abogada defensora de los sintecho, de los inmigrantes ilegales y de cualquier otro grupo que sufra injusticias sociales.

Al otro lado del Atlántico, los países latinoamericanos parecen haber sentido mayor predilección por los músicos. Rubén Blades, el autor de la inmortal 'Pedro Navaja', abogado y con estudios en Harvard, ocupó el Ministerio de Turismo de Panamá en el gobierno de Martín Torrijos (2004-2009). También fue una sopresa relativa cuando el brasileño Lula decidió que su ministro de Cultura fuera el compositor Gilberto Gil (2003-2008): el maestro de la bossa nova siempre estuvo involucrado en causas sociales, fue perseguido por la dictadura militar y había ocupado una concejalía en su ciudad natal, Salvador de Bahía. En Argentina, la frontera entre el mundo del espectáculo y el universo de la política resulta asimismo porosa: como ejemplo, el cantante Ramón Bautista Ortega, 'Palito' Ortega, de filiación peronista, fue gobernador de la provincia de Tucumán y ocupó un escaño en el Senado.