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Terapia

(ANABOLIZANTE) Actualizado: Guardar
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Que dice mi terapeuta que no hay que pelearse con uno, ni censurarse los sentimientos, aunque estos no sean muy nobles.

Que no es malo sentir celos, envidia, odio; que no nos debemos mortificar por, en algún momento de nuestra vida, habernos alegrado de la desgracia de alguien, siempre que sepamos verlo.

Son emociones humanas, me dice, todos los hombres y mujeres las padecemos, y miente aquel que asegura no haber sentido ninguna de ellas.

Lo que no hay que hacer es, sigue mi terapeuta, darles bola. O sea, uno tiene un ataque de envidia, pues nada, se dice a si mismo: «Tengo envidia. Pero no soy una mala persona: la reconozco, la siento, la observo... y la dejo pasar». La gente peligrosa es la que no reconoce lo que siente, porque hace cosas chungas en nombre de sentimientos que, si bien es normal tenerlos, no es bueno que guíen nuestras acciones.

Bien. Pues después de soltar este rollazo a lo Paulo Coelho ahí, voy a hablar del pedazo de viaje que le han dado al señor Berlusconi en toda la cara con la reproducción esa de la Catedral de Milán. Debo decir, hablando en plata, que me alegré.

Me alegré y pensé que le habían dado su merecido. Incluso casi me reí cuando le vi la boca así para adentro sin dientes, sabiendo lo presumido y lo machito que es.

Luego reflexioné e intenté mirar al pobre hombre con ojos más compasivos, sintiendo cierta lástima al verlo tan vulnerable.

Y también pensé que, por más mamarracho que sea -que lo es-, no deja de ser un bufón generado por el propio sistema. Si está donde está, es porque interesa, eso es seguro.

Ahora, que cuando me enteré de la agresión me alegré, eso es asín. Me alegré.

Aunque siguiendo las lecciones de mi terapeuta, no le voy a dar bola, es una emoción humana más: la reconozco en mí, la siento, la observo, y la dejo pasar....