LA PARCELITA

VUELTA A LAS CAVERNAS

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In nomine Patris et Filii. Introito ad altare Dei». Así comenzaban las misas en nuestra infancia. No veíamos la cara del oficiante porque se situaba de espaldas a nosotros y en muchas ocasiones, cuando estábamos en las últimas filas del templo, no nos enterábamos de nada porque en aquella época no había micrófonos. Para seguir los oficios solíamos llevar un misal y en el que teníamos en una columna la misa en latín y en la de al lado su traducción al castellano. Cuando fuimos aprendiendo algo respondíamos mecánicamente al dialogo y recitábamos las oraciones como auténticos papagayos. Muchas veces nos inventábamos algún que otro galimatías en los cantos que sonaban a «latinajos» pero, que no eran ni con mucho las frases que tenían que ser. Con el Concilio Vaticano Segundo se modificó la liturgia, se hizo más popular, más cercana. Al hacerlas en castellano, las celebraciones se hicieron mucho más participativas y sin duda, el significado de la liturgia, ganó muchos enteros.

Ahora, cuando ni siquiera se estudia latín en los colegios, porque es de las lenguas consideradas como muertas, van y se vuelven a promover las misas como las de antes, en latín y con el sacerdote de espaldas, ¿no te digo? vamos para atrás como el cangrejo. Es como si ahora, que tenemos trenes de alta velocidad y llegamos a Madrid en pocas horas, los nostálgicos, deciden reponer las maquinas de carbón y volvemos a tardar más de doce horas en el mismo trayecto. Creo que todo se está desfasando y no existen motivos para volver a las cavernas. Si actualmente los jóvenes acuden cada vez menos a las iglesias, con estas medidas, los van a espantar para siempre. ¿Por qué no se dedican a otras cosas?