Maurice Clemmons. :: AFP
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El asesino de cuatro policías atemoriza a Seattle

Maurice Clemmons fue indultado por el gobernador Huckabee al creer que se había regenerado

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Durante toda la noche la Policía creyó tenerle acorralado. Las fuerzas especiales rodearon la casa, dispararon gases explosivos y lanzaron bombas lacrimógenas. Aseguran que llegaron a intercambiar disparos. El especialista en negociaciones le habló por el altavoz y un robot entró a buscarle. Cuando el humo se disipó al amanecer, resultó que Maurice Clemmons, que presuntamente acaba de matar a cuatro policías a sangre fría, no estaba en su interior.

Fue una humillación para todo el cuerpo policial que había volcado la rabia de perder a sus compañeros sobre esa casa con un tráiler, donde una tía de Clemmons dijo que se encontraba herido. La versión coincidía con la de otros parientes a los que el afroamericano de 37 años había acudido con una herida sangrante en el torso tras asesinar a cuatro agentes a primera hora de la mañana en un café de Lakewook, a 64 kilómetros de Seattle.

Los dos primeros no tuvieron ninguna oportunidad. El tercero alcanzó a ponerse de pie para desenfundar la pistola, pero nada más. El cuarto fue el que le dio la batalla, pero también sucumbió. «Me sorprendería que haya algún motivo digno de mención», dijo Troyer, portavoz de la oficina del sheriff del condado de Pierce.

El asesino había entrado en el café sin mediar palabra, dirigiendo miradas de odio a los cuatro agentes que preparaban el turno del día en sus ordenadores portátiles. Cuando la camarera le preguntó en qué podía ayudarle, simplemente se abrió la chaqueta, sacó la pistola y disparó certeramente contra sus víctimas.

Problemas psiquiátricos

Parientes y amigos han relatado que Clemmons simplemente odiaba a la Policía después de haber salido de la cárcel bajo fianza. En realidad, no debía haberla abandonado nunca. Un juez de Arkansas le había condenado a 95 años de prisión a los 17 años por asalto a mano armada entre otros delitos, pero en el año 2000 Maurice Clemmons convenció al gobernador Mike Huckabee, un predicador evangelista, de que había oído la voz de Dios y había cambiado.

Ciertamente oía voces y tenía problemas psiquiátricos, según contempla el expediente judicial, pero las intenciones de cambiar se esfumaron poco después de que el gobernador le perdonase en atención a su edad y buenos propósitos. Huckabee, que el año pasado estuvo cerca de ser el rival presidencial de Barack Obama, perdonó a más criminales que los seis estados vecinos juntos. Desde entonces Clemmons ha robado, violado y asesinado, amén de someter a su familia a humillaciones como desnudarse. Todo el área de Seattle y Tacoma vivía ayer atemorizada por la noticia de que un personaje así, capaz de matar a sangre fría por las buenas, anduviese suelto.