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Honduras complica su laberinto

Los primeros sondeos otorgaban la victoria a 'Pepe' Lobo, que perdió las elecciones de 2005 frente al depuesto presidente Zelaya El país vota un nuevo jefe de Estado en medio de la división por la legitimidad de los comicios

TEGUCIGALPA. Actualizado: Guardar
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Con relativa normalidad, garantizada por 30.000 militares, entre soldados en activo y reservistas, más de cuatro millones de hondureños estaban convocados ayer a las urnas en unos comicios que algunos esperan sea la panacea para 'blanquear' el golpe de Estado del 28 de junio que derrocó al presidente constitucional Manuel Zelaya. A la hora de emitir su sufragio la población del país centroamericano topó con la paradoja de que existían dos mandatarios, uno de facto, cuya legitimidad es puesta en duda, y otro refugiado desde el 21 de septiembre en la Embajada de Brasil.

Los electores podían inclinarse entre Porfirio Lobo, del Partido Nacional (PN), y Elvin Santos, del Partido Liberal (PL), ya que el resto de candidatos, hasta cinco, no contaban para el triunfo final. Los primeros sondeos daban ventaja al opositor 'Pepe' Lobo. Tras ejercer su derecho en su ciudad natal de Juticalpa, a 125 kilómetros al este de Tegucigalpa, el aspirante del PN afirmó que la «elección marca, sin lugar a dudas, un paso a un gobierno de unidad nacional que deberá cambiar todo». Lobo, que perdió la elecciones de 2005 frente a Zelaya, confía en que la comunidad internacional acepte el veredicto de las urnas y así poder seguir hacia adelante.

Mientras, y tras depositar su papeleta, su principal rival, el ex vicepresidente zelayista Santos, destacó: «Es significativo que estamos resolviendo un problema como ejemplo al mundo entero». En la jornada de ayer también se eligieron tres vicepresidentes, 128 diputados y 298 ayuntamientos. Al menos hasta el mediodía, la asistencia a los colegios no fue elevada.

Al tiempo que transcurría la jornada electoral, Zelaya llamaba a sus compatriotas a la abstención desde su refugio en la legación brasileña. «El pueblo va a derrotar la dictadura, vamos a tener una victoria para el pueblo hondureño. El pueblo está en la calle, enseñando sus manos limpias que no vota», afirmaba en declaraciones telefónicas.

Sin poder ejercer su derecho so pena de ser detenido por la Policía que custodia la sede diplomática en la que permanece acogido por deferencia de su amigo Luiz Inacio 'Lula' da Silva, el mandatario constitucional quería dar muestra de optimismo pero a nadie se le escapa que su futuro cada vez es más complicado. De los trescientos acompañantes que le jaleaban en los primeros días de asilo apenas cuenta ahora con una veintena. «Tiene que repetirse el proceso electoral, EE UU debe rectificar... Tiene que darse cuenta que el proceso debe ser anulado», insistía molesto el dirigente expulsado del país a punta de fusil porque considera que Barack Obama, al aceptar reconocer los resultados que se den en estos comicios, «ha arreglado su casa pero ha desarreglado la nuestra», sentenció.

Por su parte, el gobernante interino Roberto Micheletti pidió tras votar que los electores salieran a depositar su sufragio. «No tengamos miedo porque hay garantías de las fuerzas armadas, los reservistas y los policías. Protección para todos», reiteró.

«Tercer golpe»

Unos trescientos observadores internacionales siguieron el desarrollo de las elecciones, entre ellos algunos ex presidentes latinoamericanos, como el mexicano Vicente Fox, el salvadoreño Armando Calderón y el boliviano Jorge Quiroga, todos escorados a la derecha. Y tampoco faltaron funcionarios de EE UU, que ya ha prometido bendecir la situación poselectoral. Sin embargo, la ONU, la OEA, la Unión Europea e incluso la respetada Fundación Carter no aceptaron supervisar los comicios. Por su parte, el diario cubano 'Juventud Rebelde', calificó la jornada de «tercer golpe»

Durante las semanas previas a la cita electoral se produjeron atentados con pequeñas bombas cuya responsabilidad se achacaron mutuamente las dos partes. Ayer mismo la Policía decomisó material explosivo en Tegucigalpa. También se localizaron en la capital varios proyectiles para granadas RPG-7 enterrados, dos de fragmentación, explosivo plástico y dos fusiles AK-47.

Con todo, la anómala situación promete prolongarse. El miércoles, el Congreso decidirá sobre la restitución de Zelaya, quien ha advertido de que en el caso poco probable de que se aprobara su regreso al poder no lo aceptaría porque sería «avalar el golpe de Estado y la farsa electoral. Sería perder mi dignidad y mi honor que es lo que me queda en esta vida», declaró. Pero los plazos continúan inexorables. El 27 de enero el presidente elegido ayer recibirá el relevo del mandatario saliente. Si es Micheletti o Zelaya quien lo entregue es la incógnita.