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Ibrahimovic rompe la línea blanca

La defensa del Madrid sólo perdió su sitio al tratar de cortar los imprevistos movimientos del sueco

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Tenía bien aprendida la lección el Real Madrid. Lejos de plantear un cara a cara con el Barça, excepto cuando los azulgrana perdieron a Busquets al ver la segunda amarilla, los blancos cedieron sin pudor el balón al rival y apostaron por la presión y el juego directo. Pellegrini seguro que estudió los vídeos de los clásicos de la pasada temporada, cuando los entonces futbolistas de Schuster, primero, y Juande Ramos, después, recibieron sendos varapalos, sobre todo en el Bernabéu, por diseñar un tú a tú a todo campo.

El Madrid de anoche fue un buen Madrid, excelente en ocasiones, porque actuó siempre como un bloque -Kaká estuvo magistral- y porque sus dos centrales, Pepe y Albiol, protagonizaron una plácida primera parte al quedarse Ibrahimovic en el banquillo y 'sólo' tener que frenar a Messi, sublime en la banda pero que pierde enteros como delantero centro, y Henry, un jugador venido a menos.

De hecho, Guardiola, que ha despistado toda la semana al 'colocar' al argentino como duda y al sueco como fijo, se dio cuenta mediada la primera parte de que los movimientos del próximo Balón de Oro no lograban resquebrajar la línea blanca cuando Xavi e Iniesta se acercaban al área en busca del pase mortal, una de sus principales señas de identidad. El técnico del Barcelona ordenó entonces a Messi que regresara a la banda, el terreno abonado para sus diabluras, y a Henry que buscara más el centro. Este cambio, sin embargo, tampoco funcionó y los suyos lo notaron. Los blaugrana tocaban y tocaban con una precisión espectacular -poco antes de llegar al descanso su posesión era del 66%-, pero las ideas morían en la zona decisiva. La zaga 'merengue' defendía con comodidad y nunca perdía el orden, lo que además le permitía recuperar la pelota en ventaja y lanzar contragolpes con las salidas fulgurantes de Sergio Ramos y Marcelo.

Tras el descanso, Guardiola comprendió que necesitaba hacer algo para superar la solidez de un Madrid que perdonó demasiado y que se fue de vacío y sin el liderato del Camp Nou. No se sabe si todavía algo 'tocado' o no, el caso es que el de Santpedor le hizo una seña a Ibrahimovic para que calentara fuerte. Minutos después el delantero saltó al campo y, ya en la primera acción, Pepe y Albiol perdieron el sitio. Sus movimientos, todo inspiración, trajeron por la calle de la amargura a los dos centrales y abrieron un nuevo horizonte a Xavi e Iniesta, que, entonces sí, empezaron a conectar con Alves, pletórico en el esfuerzo, y Messi. Así llegó precisamente el gol culé. El lateral brasileño metió un centro al área -el único bueno del partido- y el sueco rompió la línea blanca para marcar un tanto que devuelve al Barça a la cabeza de la tabla.

Una nueva misión

Pero el escenario volvió a modificarse con la expulsión de Busquets. Quedaba todavía media hora por delante y al Real Madrid se le abría de par en par una nueva puerta para salir indemne. Lo intentó sin parar pero las intervenciones de Puyol y Piqué evitaron el empate. El mundo, entonces, se volvió del revés. Fue el Barça el que entregó sin disimulo el balón al rival a la espera de un fallo que le permitiera finiquitar el clásico. Las cámaras se detuvieron cuando Guardiola gritó a Valdés que buscara a Ibrahimovic cada vez que sacara de puerta.

La misión del sueco era ya diferente. Su principal cometido era controlar de espaldas los balones que recibía de su portero, aguantarlos el mayor tiempo posible y asegurarse de que acabaran en las botas de los 'jugones'. Su posición más cercana al centro del campo obligó a Pepe y Albiol a adelantar la suya. El intenso duelo del Nou Camp sirvió para extraer dos conclusiones: que el Barcelona gana en su estadio incluso cuando se atasca por su inimitable juego colectivo y que, salvo sorpresa mayúscula, esta Liga no será un paseo militar de los tricampeones si el Madrid mantiene el nivel.