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Las críticas al autogobierno catalán dan alas al radicalismo

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Un editorial conjunto de 12 periódicos catalanes en defensa del Estatut ha enardecido a las fuerzas de la derecha española encabezadas por el PP. Incluso si al texto se han sumado 'La Cambra de Comerç' de Barcelona, los sindicatos CC OO, UGT, Pimec o la 'Confederació de Comerç', la patronal Foment, las radios Catalunya Radio, Rac1 y Com Radio y otras muchas organizaciones e instituciones, incluido el Barcelona con sus 170.000 socios. Ha ocurrido, como era de esperar, porque el Constitucional, tras tres años de espera, todavía no ha dictado sentencia. Fue el PP el que recurrió el 'Estatut', y por tanto el responsable de este doloroso asunto, tal vez porque le costaba creer en la legitimidad de una ley aprobada en referéndum y por los Parlamentos de Cataluña y España, sin contar con la ratificación por parte del Rey. Todavía recuerdo la campaña, que con el pretexto del 'Estatut', promovió contra Cataluña el PP en 2006, cuando en las mesas petitorias instaladas en todo el país se pedían firmas contra un 'Estatut' avalado y legalizado por nuestra democracia. Yo misma me presenté en decenas de esas mesas y cuando preguntaba '¿Es aquí donde se firma contra Cataluña?', no obtuve jamás una sola rectificación. 'Sí, aquí es'. Con el bagaje de todas esas firmas debidamente empaquetadas, el PP recurrió el 'Estatut'.

Y nos preguntamos: ¿Qué democracia es ésta en la que un grupo de jueces, cuatro de los cuales siguen en el cargo aunque su mandato ha caducado, tiene más fuerza que los ciudadanos y los parlamentos por ellos elegidos? ¿No sería más natural y lógico que el Constitucional dictara sentencia antes de que las leyes pasaran al Parlamento para su aceptación o recusación? Y es que no cuentan quienes nos representan y sí unos señores elegidos no por nosotros, sino por los partidos políticos mayoritarios en un intento de que apoyen sus propias tesis. Así lo ve el hombre de la calle y así es como crece su profundo desencanto por nuestra democracia. De ahí buena parte de su abstención a la hora de votar.

Muchos catalanes no han leído el 'Estatut', pero incluso ellos apoyarán cualquier manifestación en contra del menosprecio del que se sienten objeto por parte del TC, y de parte de una sociedad nacional demasiado influida por las tesis del PP. Y lo más triste es que todo esto, desde no poder pedir productos catalanes en comercios del resto de España, como en 2006, hasta las feroces críticas contra quienes defienden el 'Estatut' o el inexplicable retraso del TC, no hace sino dar alas a los independentistas, que se preguntan: 'Si tan abyectos somos, ¿por qué no andar cada uno por su lado?'. No es ésta ni mucho menos la forma de pensar ni la voluntad de la mayoría en Cataluña. De momento.