Sociedad

Demasiado jorobados

Australia ordena la matanza de seis mil dromedarios salvajes desde helicópteros por ser «una plaga»

MADRID. Actualizado: Guardar
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El primer camello que pisó territorio australiano lo hizo hace más de un siglo. Exactamente el 12 de octubre de 1840, cuando los aventureros recorrían los áridos desiertos de aquel vasto país intentando colonizar sus mejores tierras. Estos rumiantes, genéticamente preparados para resistir en un clima tan duro, fueron importados desde Pakistán, India y el norte de África para cargar sobre sus jorobas material de construcción para calles, vías ferroviarias y líneas telegráficas. Pero con la llegada de los vehículos de motor fueron abandonados a su suerte en las estepas, donde se volvieron salvajes y se multiplicaron.

Actualmante la población de estos artiodáctilos en Australia asciende a cerca de un millón de ejemplares, que campan a sus anchas por las extensas zonas desérticas; ningún otro país cuenta con manadas tan cuantiosas de dromediarios y camellos. Dos especies muy parecidas, que se distinguen por tener una joroba los primeros y dos los segundos.

Hasta hace algunos años, el país sacaba beneficio de ellos a a través del turismo e incluso de la venta de su carne y de su leche. Sin embargo, la grave sequía que azota este año el continente llevó ayer a las autoridades australianas a ordenar la matanza de unos 6.000 ejemplares que han puesto cerco a Docker Rive, en el Territorio del Norte. Esta pequeña localidad de 350 habitantes pidió ayuda al Gobierno para acabar con los camellos salvajes que se aventuraban en las zonas habitadas para competir por el agua con las ovejas y vacas de los atemorizados vecinos.

Abatidos con rifles

Y es que las constantes invasiones de estos animales en el pueblo han llegado a causar todo tipo de destrozos. Rompen vallas, arrancan aparatos de aire condicionado para beber el líquido que gotea, arrasan todo lo que encuentran a su paso, y una estampida incluso derribó contenedores y contaminó parte de las reservas de agua.

En respuesta a las quejas de la población, el ministro del gobierno local, Rob Knight, se manifestó alarmado. «Estamos es una situación muy crítica e inusual, que requiere una acción urgente. No tenemos tiempo que perder, porque es una plaga, su número es cada vez más grande». Así pues, ordenó que camellos y dromedarios sean perseguidos por helicópteros hasta alejarlos del núcleo urbano y, una vez en el desierto, sean abatidos desde el aire con rifles automáticos.

El coste de esta operación asciende a 49.000 dólares australianos (aproximadamente 30.000 euros), que serán sufragados con fondos de una partida especial aprobada en agosto por el Gobierno federal para tratar el problema de los camellos, tan acuciante que incluso se ha llegado a barajar la matanza de toda su población en Australia. Por su parte, los ecologistas calificaron el plan de «barbarie» y pidieron a los residentes de Docker River que levanten barreras para impedir que los animales puedan entrar de noche en el pueblo. Glenys Oogjes, director ejecutivo del Grupo Nacional de Defensa de los Animales en Australia, puso el grito en el cielo. «Es terrible que la gente reaccione a los problemas con disparos», dijo. «Lo más preocupante es el atroz sufrimiento que sentirán los animales al ser ejecutados de esta manera».