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La condena de la AIEA coloca a Irán al borde de nuevas sanciones

China y Rusia dan la espalda a Teherán y se suman a la censura internacional al programa nuclear del régimen de los ayatolás

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Irán se aísla un poco más. En una decisión sin precedentes en los últimos cuatro años, la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) aprobó ayer un texto de condena contra el programa nuclear y la falta de cooperación de la república islámica. Veinticinco países votaron a favor, tres en contra -Cuba, Venezuela y Malasia-, uno -Azerbaiyán- se retiró de la sala antes de la votación y otros seis se abstuvieron. Rusia y China, dos potencias con derecho a veto que hasta ahora respaldaban a Teherán, esta vez le dieron la espalda y pusieron a los ayatolás al borde de una cuarta ronda de sanciones económicas si no accede a detener su programa de enriquecimiento de uranio.

La resolución aprobada expresa la «seria preocupación» de que Teherán siga «desafiando las exigencias» y critica la construcción sin aviso previo de una nueva planta de enriquecimiento de uranio en la ciudad de Qom, al suroeste de la capital, lo que «reduce el nivel de confianza sobre la ausencia de otras instalaciones» y crea dudas sobre si «existen en Irán otras instalaciones atómicas no declaradas».

La mano tendida de Barack Obama parece empezar a encogerse y la diplomacia americana alerta de que «la paciencia internacional se agota» ante la falta de resultados que ofrecen las sucesivas rondas de negociaciones. «Creo que el siguiente paso será la imposición de sanciones si Teherán no responde al voto claro de la comunidad internacional», declaró el primer ministro británico, Gordon Brown, nada más hacerse público el texto de la AIEA. Una amenaza que no tardó en llegar a una república islámica. Su embajador en el organismo internacional, Alí Asghar Soltanieh, adelantó que a partir de ahora el régimen intentará «restringirse a los límites del acuerdo de controles», eliminando cualquier posibilidad de cooperación voluntaria con los inspectores de la ONU que vaya más allá de sus obligaciones legales.

Siete años

Por tanto, siete años después de los primeros encuentros para resolver la crisis nuclear, la cuerda vuelve a tensarse al máximo. Irán defiende el carácter pacífico de su programa, pero Occidente no le cree y piensa que el objetivo último es la fabricación de armas atómicas. La última ronda de negociaciones del pasado octubre ofreció un motivo para la esperanza gracias a un plan por el que los ayatolás empezarían a enriquecer su uranio en Rusia y Francia, pero la desconfianza sobre las cantidades que la república islámica debería entregar han dilapidado cualquier esperanza. Sumido en una profunda guerra política interna tras las últimas elecciones presidenciales, el país persa sufre además las consecuencias de la crisis económica internacional acentuada por las tres rondas de sanciones de la comunidad internacional.

Pese a la inestabilidad interna, su embajador atómico en Viena dejó claro que «esta resolución no detendrá el programa nuclear», algo que el presidente, Mahmoud Ahmadineyad, ha defendido desde que asumió el poder. La condena internacional se produjo veinticuatro horas después de que el director de la agencia, Mohamed el- Baradei, declarase que la crisis iraní había llegado «a un callejón sin salida» debido a la falta de cooperación de la república islámica. El diplomático egipcio concluye su mandato el lunes y dejará en manos de su sucesor, el japonés Yukiya Amano, la gestión de un contencioso en el que tiempo avanza y sigue sin estar clara su verdadera finalidad. Lo único que es perfectamente claro es la firme intención de Teherán de seguir adelante con algo que considera «un derecho inalienable».