CALLE PORVERA

jugar con el miedo

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De todas las vilezas humanas que se puedan cometer, la de jugar con el miedo ajeno está sin lugar a dudas en uno los escalafones más altos. Aprovecharse de las debilidades de los demás, de sus tragedias y de su desesperación me parece algo tan cruel que debería ser castigado de una manera ejemplar. Cuando uno tiene ya poco que perder, supongo que se lanzará a la piscina aunque ésta no tenga una gota de agua, que es lo que seguramente le habrá sucedido a los afectados por el timo del Acobiomol.

Los imputados se dedicaban presuntamente a vender un medicamento como la panacea, que podía curar enfermedades tan devastadoras como el cáncer o el sida. Los incautos eran enfermos terminales que se agarraban a un clavo ardiendo y que pagaban cantidades desorbitadas por que se hiciera el milagro. Con este juego sucio los acusados se cubrían las espaldas, pues al tratarse de gente prácticamente desahuciada su muerte no tenía por qué implicar que el producto les hubiera perjudicado. Sin embargo, lo que ellos vendían como el milagro del siglo no se produjo: los que estaban abocados al fallecimiento se fueron de este mundo, y los que padecían otro tipo de patologías como dermatitis severa no sólo no alcanzaron la curación, sino que empeoraron sustancialmente con el tratamiento.

Si los familiares afectados no se hubieran decidido a denunciar los casos, estos individuos se habrían asegurado el hacer caja hasta el fin de los días: siempre habrá personas al límite, que ante el miedo a perder su propia vida o la de sus seres queridos estarán dispuestas a cualquier cosa, enterrando toda lógica posible y asumiendo todo riesgo con tal de desafiar al destino e intentar conseguir, en la mayoría de las veces, lo imposible.