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El día después

TENIENTE CORONEL, PROFESOR DEL CESEDEN Actualizado: Guardar
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Un secuestro como el que han sufrido los tripulantes del ‘Alakrana’ reúne todas las condiciones para desarrollar los peores síntomas de un estrés postraumático. Especialmente si se ha prolongado en el tiempo y se ha temido por la integridad física. Ser secuestrado no constituye un accidente laboral más. Se está impotente ante delincuentes que violan tu libertad, que te apuntan con armas, que te amenazan constantemente con agredirte, que te maltratan física y psicológicamente. Frente a secuestradores también sometidos a fuerte tensión que les puede llevar en cualquier momento a perder el control y a dirigir su frustración, al no ver alcanzado con rapidez su objetivo, contra los apresados.

Con probabilidad, los retenidos en el atunero habrán pensado que no se estaba haciendo lo suficiente para liberarlos. Habrán desconfiado de si en las negociaciones era más importante la solución política que su propia vida. Habrán dudado de volver a ver a su familia. Ante tan traumático episodio, los mecanismos psicológicos de defensa son de lo más variado. Algunos rehenes pueden haber llegado a empatizar con los agresores, a entender su acción delictiva, a identificarse con sus motivaciones. Quizá haya hasta quien niegue lo que ha vivido.

No pocas veces, lo peor está al regresar a casa. Acostumbrarse a vivir con las pesadillas, los temores, las inseguridades, el estado de alerta constante. Algunos secuestrados no desearán rememorar lo acontecido. Otros lo harán reiteradamente, como si al hacerlo se desprendieran del pasado, o estuvieran contando un trance que no es el suyo. Los interminables días de cautiverio les habrán llevado a replantearse los valores de la vida, lo que realmente cuenta, si merece la pena correr de nuevo los mismos riesgos.

Para la mayoría, haber sentido la amenaza de la muerte por otra persona les puede hacer perder su autoconfianza, sintiéndose vulnerables, temiendo volver a pasar por la misma experiencia. Pueden llegar a mostrarse irritables, tan agresivos como sus captores lo fueron con ellos. Si las circunstancias fueron penosas, el rencor también puede enraizar en sus sentimientos.

Ahora ya es el día después. El momento de ser arropados por todos. De recibir el máximo apoyo familiar y social. De no agobiarles con preguntas. Son los únicos inocentes de toda esta aventura que, afortunadamente, ha tenido un final feliz.