Cartas

Los dueños del cortijo

El Puerto Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

De un tiempo a esta parte, sin que ningún político municipal o funcionario público nos hayan advertido al respecto, el Centro de Servicios Sociales Francisco Guerrero, en la zona norte de El Puerto, ha mutado las funciones y competencias para las que fue creado. El Centro, que lleva el nombre de un insobornable militante obrero que dedicó su vida a la defensa de aquellas personas a las que casi nadie defiende, nació con la misma vocación de servicio que nos regaló Paco hasta sus últimos días: la atención a menores, jóvenes, amas de casa, familias con problemas, personas de la tercera edad... Un pequeño anexo, el Club de Mayores, da fe de que la sabiduría, la experiencia y la memoria, son valores imprescindibles en esta sociedad tan proclive al olvido.

Conseguir que los poderes públicos cayeran en la cuenta de que aumentar calidad de vida de la zona norte pasaba por construir un lugar en el que los vecinos se reunieran y compartieran sus dolores y esperanzas, costó sangre, sudor y lágrimas. Pero, insisto, de un tiempo a esta parte, el deterioro de la salud democrática del centro es más que evidente, propiciado por una Junta Directiva que cada vez tiene más de directiva y menos de junta. Alguien ha debido pensar que en El Puerto y más concretamente en la zona norte, los ciudadanos necesitan menos servicios sociales y más fiestas, menos derechos fundamentales y más circo.

Las personas que apuestan por hacer del edificio una versión cañí y portuense de la verbena de La Paloma, van haciendo amigos allá por donde pisan losas y dignidades. Se han enfrentado, venciendo arrolladoramente en la mayoría de sus pendencias, al personal del centro, a técnicos del Área de Bienestar Social, a concejales y a usuarios. La rumorología, tan malintencionada siempre, cuenta que en su curriculum social, además de esa tendencia incorregible a la juerga, figura un máster en Adhesión Inquebrantable al Actual Equipo de Gobierno.

Como hay que celebrar lo que haga falta, y la frivolidad cada vez tiene mejor prensa, nuestros organizadores de espectáculos, en su penúltima cacicada, han conseguido suspender durante una semana completa todas las actividades sociales del Centro, dejando en la calle a un montón de ciudadanos que utilizan a diario la ludoteca, el acceso público a Internet o el taller de mayores.