EL CANDELABR0

Cacao soluble

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Dos enemigos tiene España, señores. Dos enemigos, dos. Y no son la crisis económica y el paro, sino María José Campanario y Julián Muñoz. Es la conclusión a la que he llegado tras un fin de semana griposo, de zapping y sofá. Conste que no es un juicio a la ligera, producto de mi estado febril. Son los índices de las audiencias televisivas los que lo van pregonando. ¿Qué es lo que de verdad preocupa a los españoles? ¿La gripe A? No, desde el momento en que sabemos que mata menos que la B, la C, o la C con cedilla. Ya lo dice el anuncio... «La gente ya no habla del tiempo en los ascensores». La gente ya sólo habla... de la Pantoja y de Jesulín.

A tan exclusivo elenco se ha sumado este fin de semana Fosky. Un señor con un apodo que parece la marca de un cacao soluble, de ahí seguramente su volubilidad (hoy contigo, mañana contra ti), y con un nombre de pila, Vladimir, que encaja a la perfección en su condición de espía o agente doble. Harto quizá de tanta fidelidad y de tanto servilismo, actitudes ambas que generan gran cantidad de resentimiento y afán de venganza (no por nada el mayordomo es siempre el principal sospechoso), este chófer multiuso ha decidido empezar, también él, a sacar tajada de lo mucho que sabe de Muñoz y se ha ido a un plató a poner a su hasta ayer señorito a bajar de un burro. Allí se ha topado con periodistas de raza, auténticos sabuesos, que parecen haber aprendido a interrogar en comisarías o salas de juicio. «¿Dónde estaba Isabel la noche de autos?» «¿Y no es menos cierto que Julián ya la engañaba con Karina para entonces? ¡Conteste!» Entre vahos de eucalipto, vislumbré de pronto un espejismo... Un país en el que toda esa agresividad periodística la empleábamos en interrogar a políticos, todo ese afán por descubrir la verdad, en desenmascarar tramas de corrupción, y todo ese tiempo y energía que a diario invertimos en Foskys y Jesulines, en buscar salidas a la crisis económica y el paro.