LA CASA PUERTA

Granjas políticas

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Los partidos políticos, tan necesarios e imprescindibles en democracia, en España con el tiempo se han ido transformando en granjas electrificadas y acorazadas donde el pueblo, una vez más es el encargado de recoger y limpiar las heces de los establos y la de sus dueños porque todo va a las mismas cloacas. Los votantes contribuyentes no cuentan para nada ya que ni ensucian, ni cagan ni viven en la granja y sólo se limitan a depositar su papeleta para sus «jefes» y en su nombre se caguen delante del ventilador y esparzan las semillas de Helios por todos los rincones patrios.

La señora De la Vega, vicepresidenta del Gobierno, en el caso Alakrana por mucho que intente disimular se ha visto el plumero y las cagado. El bienvestío señor Camps, que también se le ve el plumero, la has cagao con la puesta en escena de su cinematográfica muerte boca abajo en un arcén que ofende la grandeza de la democracia. En Córdoba, su alcalde, en un gesto sin precedentes, homenajea en público a un detenido en 2006 por un presunto delito de cohecho.

Aunque se esfuercen en predicar y de cacarear a los cuatro vientos que la Ley del Consenso fue una verdadera obra de ingeniería, treinta años después queda demostrado fehacientemente que no era para tanto. Hubiese sido más rentable y más útil para la democracia una Ley de mayorías con respeto del derecho de las minorías. Lo que en el anterior régimen llamábamos el Cortijo de los políticos, hoy son Granjas cerradas, pequeños reinos de Taifas, donde el tuerto es el rey.

Los escándalos y descréditos de los políticos son a diario alarmantes y el dinero que se llevan descaradamente no aparece por ningún sitio. Habría que preguntarse que clase de Granjas son, si lecheras para mamar de las tetas de las vacas del pueblo, o de capullos de sedas. Los casos de la Generalitat catalana, el presidente de Baleares y otros, es una canallada que treinta años después han querido disimular y enmendar con una ley tardía contra la corrupción.