La ciudad se volcó de nuevo para ver la salida extraordinaria de la cofradía. / ESTEBAN
Jerez

El Hijo de la Soledad

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Se esperaba con ilusión, con cierta ansiedad por la Victoria esta salida extraordinaria, porque con ella se cierra una década en la que el Sagrado Descendimiento de Cristo ha salido hasta en tres ocasiones de manera distinta a como lo hace el Viernes Santo. Así fue en la Magna, de grato recuerdo para todos, y también fue extraordinario cuando este imponente misterio fue hasta la Catedral para vivir el Encuentro Nacional de Hermandades y Cofradías promovido por el Consejo de Fernando Fernández-Gao con el impulso y el beneplácito del obispo diocesano, Juan del Río.

Pero era en esta ocasión cuando le correspondía salir por algo completamente festejable dentro del propio seno de la hermandad. Era esta la ocasión de celebrar que hace cincuenta años, se creó un grupo escultórico a la altura de la dolorosa que siempre presidirá la cofradía, Nuestra Madre y Señora de la Soledad. Fue hace cincuenta años cuando un grupo de hermanos se pusieron manos a la obra para completar un Sagrado Descendimiento muy alejado de los cánones sevillanos, donde el decimonónico es el término acuñado para definir este momento de la Pasión de Cristo.

Aquí no hay finura, no hay delicadeza. Hay desgarramiento, potencia, calidad. Hay monumentalidad y asombro, gracias al portentoso paso de misterio que tiene esta cofradía del Viernes Santo. Y eso es lo que pudimos ver ayer por las calles de la ciudad.