Su mujer, Michelle, ha sido su principal valedora. / Reuters
primer aniversario en la casa blanca

La resaca de Obama

Un año después de que fuese elegido el primer presidente negro, la izquierda le pide cuentas por su falta de acción y se queja de la estela de pasividad que ha dejado su victoria

Corresponsal en Nueva York Actualizado: Guardar
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El 4 de noviembre pasado Barack Obama culminó en Chicago un “viaje improbable” que le tuvo tres años en la carretera. Cuando a las dos de la madrugada su suegra metió a las niñas en la cama les dijo que durmiesen tranquilas, “seguro que mami no os hace ir a la escuela mañana”. Pero se equivocó. Sasha y Malia fueron a la escuela, y todos los altos asesores del nuevo presidente electo tuvieron una reunión a las 10.30 am.

John Podesta, contratado meses antes para organizar la transición por su experiencia como jefe de gabinete de Bill Clinton, les dijo que sería una breve reunión de media hora para planificar la agenda. Pero también se equivocó. Duró cuatro horas y media. Obama ya había reducido la lista de candidatos para los puestos de gobierno a dos o tres opciones y quería avanzar con decisiones políticas. Sabía que la luna de miel no duraría mucho, pero hasta él se ha mostrado sorprendido de lo difícil que es mover el barco de la política estadounidense en la dirección de sus ideales.

“Yes, he can”, recuerda esta semana Newsweek en portada, para añadir entre paréntesis: (pero desde luego todavía no lo ha hecho). La revista de tendencia progresista adjunta “una guía de supervivencia para los liberales” desencantados con el presidente del cambio.

Hasta Bono, que apoyase su campaña y tocase en los actos de su toma de posesión, se lamentaba estos días de cómo se ha disipado el entusiasmo. “Nunca pensé que se podría llegar a esto tan rápido, después de la felicidad que sentíamos todos con su elección”, se lamentó la semana pasada en entrevista con Associated Press. “Pensé que EEUU tenía un buen porvenir por delante, y ahora las cosas se están poniendo difíciles”, admitió. El país en el que Obama prometió crear un verdadero Estados Unidos de América, sin diferencias entre los estados rojos (conservadores) y azules (progresistas) vive hoy el momento más polarizado desde la histórica toma de posesión, según el cantante y activista.

Crítica con el balance anual

Los políticos demócratas que este martes se juegan cargos locales en las urnas han podido comprobar que el eslogan del “Fire Up! Ready to Go!” ha perdido el fuego. “Es como el día después de una fiesta, dijo a Los Angeles Times Michael McGann, un demócrata que se presenta a los juzgados en un suburbio de Filadelfia. “El partido estaba entusiasmado, pero al día siguiente es como, uff no quiero hacerlo otra vez”. Si los demócratas están de resaca, a los republicanos no les faltan voluntarios. Han aprendido que la desmotivación les hizo perder las elecciones, y rápidamente han copiado sus técnicas para movilizar a las masas. Facebook, YouTube, Twitter y un ejército de bloggers promueven desde abril las protestas del Tea Party contra el gobierno de Obama, que el jueves empezaron otra oleada nacional.

Para Newsweek el veredicto recae sobre el sistema. “De cuando en cuando el pueblo estadounidense participa en un espejismo de masas sobre cómo funciona el gobierno”, entonaba. “Tal espejismo tuvo lugar hace exactamente un año, cuando un afroamericano de 47 años al que se le habían dado pocas probabilidades de ganar fue elegido presidente de EEUU”. Para la revista la culpa descansa en un sistema “ingeniado para que las revoluciones difícilmente agarren”.

Cuanto más a la izquierda, más dura es la crítica con el balance de Obama: “Ha escalado las operaciones militares en Afganistán y Pakistán, ha mantenido el mismo plan de salida de Irak que diseñase Bush, acaba de firmar el mayor presupuesto militar en la historia de EEUU, planea aumentar la capacidad de las fuerzas armadas en 90.000 soldados, no ha cerrado Guantánamo y ha reducido los derechos de los prisioneros en Bagran”, dispara Ann Wright, una coronel del Ejército que dimitiese en protesta por la invasión de Irak. “Ninguna de éstas son acciones propias de un presidente de paz, recién condecorado con el Nobel, sino las de un presidente de continuidad que incluso lleva a cabo una escalada militar”.

“Nos ha fallado en pasarle cuentas a los funcionarios de Bush que legitimaron la tortura, la guerra de Irak y las escuchas ilegales, no tiene ningún compromiso medioambiental que llevar a la Cumbre de Copenhage, ha cooperado con los israelíes en destruir el informe de la ONU sobre Gaza… Estoy muy perturbada con el Gobierno de Obama”, sentencia. “Y encima le ha chupado toda la sangre a los movimientos pacifistas. Tanta gente esperaba que fuera diferente de Bush y se pasó tanto tiempo trabajando para que saliese elegido que ahora no le queda ganas de nada. En la última manifestación contra la escalada militar que hicimos frente a la Casa Blanca la asistencia fue patética y encima detuvieron a 81 personas”.

Políticas de "clase"

Los que luchan por la igualdad racial también sostienen que Obama les ha minado el mensaje. Cornel West, una eminencia en estudios afroamericanos de la Universidad de Princeton, amigo del detenido profesor de Harvard Henry Gate, cree que “no se puede permitir que bajo el tema de la raza y de ser el primer presidente negro de EEUU se encubra la fea realidad de sus políticas de clase”, ya que a su juicio no está haciendo nada por los pobres y los obreros. Carl Dix, fundador del partido comunista en EEUU, se escandaliza de que Obama sea el pimer presidente en culpar a la juventud negra de su situación, en vez de al sistema. “Si Bush lo hubiera hecho se le hubiera desestimado como racista, pero cuando lo dice el primer presidente negro atrae atención”.

Una cosa es segura, el estilo conciliatorio de Obama no ha servido para ganarle el apoyo de los conservadores y sin embargo ha dejado sin aire a la izquierda y a su propio partido para continuar la lucha. Y a un año de su elección, la revolución de Obama sigue de resaca.