El alférez Santana, que fue hospitalizado tras el ataque, se apoya en dos vehículos de la base de Herat./ M. AYESTARAN
MUNDO

«Sabían que éramos españoles»

El mando del cabo fallecido hace quince días en Afganistán considera «increíble que alguien saliera vivo» del ataque

ENVIADO ESPECIAL. HERAT Actualizado: Guardar
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«Viendo el vehículo, parece increíble que alguno saliera vivo». El alférez Rafael Santana Alcaide (Córdoba, 1985) se siente «afortunado». Es el jefe de la segunda sección de la Task Force Fuerteventura que el pasado 7 de octubre sufrió un ataque en Shinwasan, a tan sólo veinte kilómetros de la base internacional de Herat. «Se llevaron a Cristo, se llevaron al mejor, y no lo digo porque esté muerto. Lo había elegido yo mismo. Los primeros días sufres porque has perdido a un subordinado, pero con el paso del tiempo el dolor te lo provoca la falta de un amigo», afirma recordando al cabo Cristo Ancor Cabello, el tirador del vehículo que perdió la vida tras la explosión del artefacto explosivo improvisado (IED) colocado por la insurgencia al paso del convoy.

Este alférez recién salido de la academia quiere hablar «porque en España nadie sabe lo que hacemos aquí. Nadie se pregunta el porqué y el para qué de esta misión». Hijo de militar, ésta es su primera misión internacional y piensa volver a Afganistán. Gracias a la labor de los médicos del hospital Role-2 y al apoyo permanente de sus compañeros va superando el trauma de un ataque que recuerda minuto a minuto. No era un sitio de amenaza y los vehículos españoles pasaban por allí con frecuencia, incluso en un pueblo cercano se había llevado a cabo reparto de ayuda humanitaria en varias ocasiones. «La insurgencia no es tonta y sabe muy bien contra quien ataca. Sabían que éramos españoles», asegura Santana, que no quiere entrar en el debate abierto sobre la calidad y el blindaje de los BMR españoles porque «el ataque te lo van a hacer igual. Americanos, ingleses, italianos... Todos vuelan con los IED».

El miércoles 7 de octubre era un día más, una jornada normal en la que el batallón español dejó la seguridad de los muros de la base para realizar una misión de reconocimiento. «Era una patrulla bonita. Todo discurría con normalidad hasta que sentí la explosión cuando regresábamos. No imaginé que fuera un IED, pensé que nos habían alcanzado con un lanzacohetes. Nunca esperas que te vaya a tocar», subraya antes de describir los momentos posteriores al ataque.

«Primero sentí mucho calor en las piernas. Ordené salir a la gente y todos lo hicimos por nuestro propio pie. Pese al aturdimiento se aplicó el protocolo y en esos momentos de incertidumbre me di cuenta de que nos faltaba Cristo. Entonces me desmayé y cuando recuperé el conocimiento ya lo estaban evacuando», rememora. «Estábamos a apenas veinte kilómetros de la base, sólo veinte kilómetros», repite con impotencia.

Aspecto inmejorable

Su aspecto es inmejorable. Tras cuatro días en el hospital se recuperó de sus heridas, aunque aún le molesta la pierna izquierda que piensa mirarse a fondo cuando regrese a Puerto del Rosario, en Fuerteventura. El resto de heridos que se quedaron en Herat también están recuperados, aunque el conductor del vehículo sigue usando muletas. Santana mantiene también contacto telefónico con el soldado que fue evacuado a España. «Se fue porque no había más remedio, pero el deseo de todos es regresar con la compañía. Hasta que no se acaba la misión, no se vuelve a casa. Por nuestra condición de militares asumimos que esto nos puede pasar. Sabemos a lo que venimos, nadie nos engañó. Esto es Afganistán».

Pasado el ataque, la misión continúa y en las próximas jornadas asistirá a un curso especial de contrainsurgencia en Kabul junto a militares de otros países que participan en la misión. Como la mayoría de sus compañeros de unidad en su interior se libra ahora una lucha interna en la que «hay que saber controlar el odio para que lo ocurrido no afecte al trabajo diario». En unas semanas volverá a casa y regresará con una imagen distinta de Afganistán, un país sobre el que «por mucho que leas y te informes, hasta que no ves en primera persona a los afganos y sus condiciones de vida, no te puedes imaginar lo que es esto».