CÁDIZ

Surreal, como la vida misma

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Francisco Apaolaza: Me ha contado una pájara que estuvísteis con la delegación municipal en México y os dedicásteis a probar quién era mas macho apostando y jugando a daros calambrazos...

Mabel Caballero: Curiosa costumbre la de darse corriente y aguantar a ver quién es más macho. Pero lo mejor fue ver la ceremonia del Grito de Independencia. Y la verdad es que era extraño ver a una alcaldesa española en un acto en el que se conmemoraba el día que se libraron de nosotros.

Francisco: Es increíble que aún nos echen algunos en cara aquello de que el español se robó el oro. Y lo gestionaban sus tatarabuelos, oiga. Como si a mí me quedase algo de aquello.

Mabel: Hombre, digamos que aparte de robar el oro, también arrancaban (¿arrancábamos?) las plantas de los pies y les pasaban por brasas ardiendo. En fin, eramos el Imperio. Como los chicos de Bush en Irak.

Francisco: También nos invadió el moro y no voy dándole collejas a los de la chilaba del Piojito, digo. De aquello hace mucho, claro que cada uno utiliza la memoria como quiere.

Mabel: Creemos que cada uno hace lo que quiere, pero en realidad estamos predestinados por los genes. Estoy fascinada con una entrevista que leí de Carlos Belmonte, un científico que investiga el cerebro. En breve, dice él, podremos eliminar selectivamente los recuerdos. Será algo útil en los casos de trauma. En realidad, los traumas son buenos porque te hacen que trates de no volver a repetir la experiencia. Por eso los que han presenciado torturas y asesinatos se levantan con pesadillas por la noche, no pueden olvidarlo. Pero ¿dónde está límite? (parezco Eduard Punset, ¿a que sí?).

Francisco: Mira Punsetina, mientras haya pasta de por medio no habrá límites. Si tuviéramos que centrarnos en lo local, sabemos que aquí hay poca posibilidad de borrar los recuerdos. Este Ayuntamiento tiene pocos recursos. Pero sería bueno lo de olvidar traumas de golpe y porrazo. El PSOE, por ejemplo, podría hacer que a la gente se le olvidase todas las metidas de pata de la Delegación Provincial de Cultura, o algo así.

Mabel: A mí me gustaría que me borraran de la memoria el recuerdo de las páginas y páginas que le he dedicado a la Aduana. Con lo que he escrito, las noches de desvelos (no es un decir) me habría dado para la trilogía de Millenium. A estas alturas, estaría forrada. Mira qué bonita versión contemporánea del cuento de La Lechera.

Francisco: La Aduana podrían volarla a saco con 300 kilos de amonal y hacer una performance capillita constitucional al estilo de Doscientos años y ¡Al cielo con ella! Qué cosas éstas del cerebro, las imágenes y este rollo. Fíjate que estoy hablando contigo y me estoy imaginando a Teófila en Entrecatedrales, agarrada a los hierros mexicanos que dan calambre, retando en voltios y valor a Alberto Campo Baeza, el arquitecto del proyecto, que está hecho un 'asterisco', como diría Cándida, la de Gomaespuma.

Mabel: No te preocupes, que tenemos culebrón nuevo para incorporarlo al repertorio: el tranvía. A ver por dónde lo encajamos, que no nos queda espacio y el poco que nos quedaba (plaza Catedral y San Antonio) está ocupado por sendas carpas. El día que hagan el hospital, por ejemplo, ¿dónde metemos el circo de Miss Aurori?

Francisco: ¿Pero a esa no la censuró la patrulla Miratanga por enseñar cacha? Eso contaba Monforte, y él es de buen comer y mal mentir. Mira, el tranvía... Yo creo... Yo que sé. Me lío. ¿No habíamos quedado en que todo llegaba a la Plaza Sevilla? Eso sí, luego necesitarán lanzaderas que den la vuelta a Cádiz y autobuses que paren un poco menos, que para hacer seis kilómetros tardan 30 minutos y paran cada 100 metros. Me recuerda a la película aquella de Monty Python en la que había una carrera de fondo para incontinentes.

Mabel: Es que es una peli muy de tíos. Yo no sé por qué os gusta tanto. De hecho, sólo me he encontrado a dos clases de hombres: los que les gusta Steven Seagal o a los que les gustan los Monty Python. Tendríamos que llamar al del cerebro para que analizara eso. Aunque yo sé que tú eres de esos que ves los documentales de La 2. Ilústrame, anda. ¿Hay algo interesante que ver en Cádiz? Que para algo trabajas en la sección de Cultura de este periódico.

Francisco: Pues mira, el del cerebro podría estudiar la maravilla de estar ante una obra y reconocer que es de Eduardo Chillida. Exponen su obra en el nuevo Centro Unicaja de la Calle San Francisco. Para los que quieran divertirse, que vayan a Diputación a ver las fotos surrealistas de Jorge Rueda. Y que no se escandalicen si ven un pene. Los escandalizados, al castillo de Santa Catalina a ver a Hernando Viñes. Y los ingenuos a Benot a ver a Eva Armisen. Again.

Mabel: Yo es que surrealismo tengo ya mucho en mi vida. Prefiero lo real.