Constitución del Foro por la Aduana, en el Ateneo, hace dos años.
CÁDIZ

La gran manzana

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Lo único salvable de La soledad de los números primos, esa novela que también dicen que ha revolucionado el mundo de las letras como las de Dan Brown o Stieg Larsson -chungo lo tienen en la Academia Sueca de aquí en adelante- es una frase del narrador o de uno de los protagonistas que resuelve en pocas palabras la mentalidad que preside la política municipal de esta ciudad desde hace más de cien años: «Las decisiones se toman en unos segundos y se pagan el resto de la vida».

Si alguien pensaba que lo de la Aduana se había terminado, andaba algo más que equivocado, porque lo de la Aduana, como cualquier otra cosa que enfrente a las administraciones, es la historia de la manzana de aquellas tres bacantes que por poco se sacan los ojos delante de Zeus. Repasen la cronología, desde los primeros días de octubre de 2007 en que se constituyó el Foro contra el Derribo de la Aduana -que recogió 2.500 firmas en menos de un mes- hasta la última decisión de la Junta de mantener en pie el edificio, eso sin contar con la pataleta del Ayuntamiento que sigue empeñado en derribarlo, hemos asistido a la auténtica cena de los idiotas en la que unas veces la piedra estaba en el tejado de unos, otras en el tejado de otros, pero nunca estuvo donde tendría que estar, en el tejado de la Aduana.

De aquí a que lo resuelvan, seguro que la viuda de Stieg Larsson nos habrá largado la cuarta parte de Millenium y entonces, como el bálsamo de Fierabrás, nos entregaremos a su lectura y olvidaremos que la plaza de Sevilla tiene que estar presentable para los fastos del Doce, con o sin Aduana.

La culpa es de los demás

El caso es echarle la culpa a otro. Esto lo hacemos bien, porque nos viene de lejos, como una marca genética. Cuando el Creador le pregunta a Adán por qué se había comido la manzana, Adán -que podría haber sido de Cádiz- lo tuvo claro «yo no ha hecho, ha hecho esa» y cuando le preguntó a la incauta Eva, a esta no le ocurrió otra cosa que contestar «yo tampoco ha hecho, ha hecho la bicha». Total, que aquí nadie tiene la culpa, porque la culpa la tienen otros. Y ya empieza a cansar siempre lo mismo.

Que tenemos ganas de otoño, como los del anuncio. O ganas de otra cosa que no sea Begin the begine. Es cuestión de ir cambiando poco a poco la maquinaria del reloj.

El programa previsto para la celebración del Día Mundial del Turismo, por primera vez en mucho tiempo -todo hay que decirlo- tiene buena pinta. Tanta, que lo que en principio era un día se ha venido desarrollando desde el pasado jueves y hasta mañana que es cuando realmente se conmemora lo de la mundialidad del turismo. Visitas guiadas y animadas -eso se lo podrían ahorrar, la verdad, aunque la de Gaditanos famosos tiene su punto-, jornadas de puertas abiertas -vayan a la Santa Cueva, por favor-, precios especiales a lugares de interés turístico -siempre es una excusa para visitar la Cámara oscura-, una obra de teatro recreando la historia de Cádiz de cuando éramos algo en el mundo y hasta migajas para el autobús turístico -ocho plazas en cada uno de los viajes- han sido la apuesta municipal «para acercar la amplia y rica oferta turística de la ciudad a ciudadanos y visitantes» en palabras del Concejal de Turismo, Bruno García.

Un golpe para despertar

Un programa ambicioso que explota los recursos turísticos de esta ciudad y da cabida a que las empresas de animación hagan un ensayo general. No somos la Gran Manzana, sino una ciudad pequeña y limitada, vale. Pero tenemos la materia prima, sí.

Tenemos los medios técnicos, también. Ahora sólo nos falta que la ciudad se conciencie de que esta es realmente la fuente de ingresos que nos puede sacar del letargo en el que entramos cuando mordimos la manzana podrida de la desidia y del conformismo.

A Newton le tuvo que caer una manzana de un árbol para darse cuenta de que las cosas caen por su propio peso, o para darse cuenta de la gravedad que tienen las cosas.

No pierdo la esperanza de que nuestros políticos también se sienten a la sombra de un drago por ejemplo -si es que queda alguno que dé sombra- y se planteen lo que dijo Paolo Giordano -el de los números primos- que las decisiones se toman en unos segundos y se pagan el resto de la vida.