Jerez

El último símbolo de otra época

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L a silueta de sus tres chimeneas forma parte del paisaje urbano de Jerez desde hace más de un siglo. La fábrica de botellas, conocida actualmente por Vicasa, nombre de la actual propietaria, una firma francesa, significó desde su apertura hace más de un siglo uno de esos signos tangibles de la industria del vino en la ciudad.

Con el paso de los años su emplazamiento periférico comenzó a tornarse en urbano, y su actividad diaria marcaba con su presencia una salida natural de la ciudad y la vida cotidiana de varios barrios, en los que se había integrado.

Su presencia delataba la raigambre del vino en la tierra que le ofrece su nombre y de su mano ha vivido sus mayores éxitos, y, lamentablemente, las más sonadas desaceleraciones.

La década maldita de las bodegas, los años 90, donde más de 20.000 empleos fijos relacionados con la actividad vinatera saltaron por los aires, la solventó cerrando años después dos de sus tres hornos, quedando en la actualidad tan sólo uno en funcionamiento.

Los peores augurios amenazan con que pronto dejaremos de ver salir el humo por la única de sus chimeneas por las que aún continúa haciéndolo.

Claro que los que verdaderamente echan humo estos días son los más de 125 trabajadores de la plantilla, ante el temor de verse obligados, en el mejor de los supuestos, a decidir entre aceptar una prejubilación anticipada o coger las maletas y trasladarse a la planta de Alcalá de Guadaira. Insisto, en el mejor de los casos.

Esta semana entrante resultará decisiva. Altos directivos de Vicasa tienen previsto reunirse con la alcaldesa Pilar Sánchez y con el comité de empresa, por ese orden.

Los más pesimistas afirman que vienen con el expediente de cierre bajo el brazo, como por otra parte han filtrado desde la propia empresa, queriendo finiquitar cualquier debate sobre la continuidad de la actividad en la fábrica. Los más optimistas creen que los números de explotación son buenos y que todo este asunto puede quedarse en un órdago a lo grande del que Vicasa obtenga mejores condiciones para su continuidad en la ciudad.

Por si acaso, desde el Ayuntamiento de Jerez se han mezclado ambos estados de ánimo, pasando del ataque feroz a la empresa a guiños bien visibles para que el suelo de la nueva planta le salga aún más barato que lo que registra el convenio urbanístico.

Convenio que no parece haber surtido el efecto necesario, pues los franceses ya se han apresurado a decir que prefieren cerrar aún perdiendo la recalificación del suelo. Lo que hace la crisis del ladrillo...

Significativo y mucho ha sido el tremendo apoyo que han recibido los trabajadores desde prácticamente todos los frentes políticos, sociales y económicos de nuestra ciudad e incluso de municipios cercanos.

Por una vez , y, como se dice con no sin poca malicia, sin que sirva de precedente, todas las fuerzas políticas han hecho frente común ante la amenaza real de cierre.

Ni una salida de tono, salvo para recordar que esta situación se veía venir o exigir que el convenio le saliera rana a Vicasa. Poca cosa para como se las suelen gastar.

Asociaciones de vecinos y comerciantes, trabajadores de Cojetusa o Parques de El Puerto son algunos ejemplos de solidaridad y apoyo, de abrazo solidario.

Aunque todos sabemos que los abrazos pasan y el de la ventanilla del banco no suele ser tan generoso a la hora de repartirlos. O practica directamente el del oso, que es mucho peor.

Con el cierre de Vicasa, si se produce, Jerez perderá un trocito de su historia y un buen puñado de familias tendrá que empezar de cero y pasar página.

Urge encontrar una solución a lo segundo. Y de paso ir pensando en los trabajadores de Cojetusa, que cuentan los días que llevan sin cobrar con una mano mientras con otra buscan un agujero para la hebilla del cinturón, que de tanto apretárselo dudo que logren encontrarlo. Y la lista sigue y sigue. Y esperen unos días...