Helena preparó los pinchitos en su casa./ LA VOZ
Ciudadanos

Un final a mordiscos

Su periplo comenzó el viernes en una carnicería de Cádiz. Después de ser empalado y salpimentado el pinchito fue cocinado ayer

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A las 10:30 de la noche se produjo el deceso. Al igual que San Lorenzo, nuestro popular pinchito murió víctima de las brasas de las barbacoas del Trofeo Carranza. Todos a una como en Fuente Ovejuna, el grupo de 20 jóvenes -que compraron el viernes el pincho moruno más popular- ha sido el encargado de brasearlo vuelta y vuelta.

Después de experimentar una metamorfosis, cual mariposa, de carne rosa a amarilla, los chavales han engullido con un crujiente rebozado de arena los dos kilos de pinchitos. Dos kilos que han dado para más de 20 raciones con nervio incluido. Sin embargo, el proceso de preparación del pinchito, para su posterior sacrificio en el fuego, empezó unas horas antes. A las cuatro de la tarde, Helena fue la encargada de ensartar los dos kilos de pinchitos en los palos. Como si operara a corazón abierto, se libró de teñirse las manos de amarillo gracias a unos guantes de látex. Una vez en la arena y soportando un viento de Levante de justicia, fueron Paco y Chorro los encargados de encender la hoguera y cocinar a nuestro amigo amarillo.

El círculo de esta singular historia se cerró a las 11 de la noche cuando los chavales se comieron sus brochetas calientes. Empezaron a digerir el popular alimento sin ningún líquido con el que refrescarse la garganta. El encargado de las bebidas no iba a acudir a la playa hasta que no acabara el partido del Madrid. Un contratiempo para los jóvenes. Y es que ya se sabe, la comida sólo es el pretexto de la noche.