El propietario de uno de los miradores de la Casa de las Cuatro Torres. / NURIA REINA
CÁDIZ

Vivir en el cielo de Cádiz

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«Cuando se empieza a vislumbrar desde lejos los altos miradores y los altos pináculos de cerámica vidriada que adornan los pretiles de las azoteas, estas aéreas estructuras, fundiéndose a veces con el lejano brillo de las olas producen el efecto de una ilusión mágica». Esta es la sensación que experimentó el escritor Jose María Blanco White cuando llegó a la ciudad por barco a principios del siglo XIX. White no es el único que quedó maravillado con la visión de las torres miradores desde el mar. Desde que el almirante Diego Barrios propuso construir dos torres miradores en su casa de la plaza de San Martín, muchos han sido los que se han preguntado cuál era el fin de tan hermosas construcciones. El almirante Barrios fue el primero en solicitar permiso al Cabildo Municipal para elevar torres en su casa el 19 de diciembre de 1685. Su objetivo era poder observar el mar. Sin embargo, desde bien pronto se descubrió que estas torres concebidas para el esparcimiento tenían un fin mucho más útil: controlar la llegada de barcos de mercancías.

El siglo XVIII fue la centuria de oro para Cádiz y sus torres. 126 estructuras coronaron los palacios de los adinerados comerciantes gaditanos. Sus decoración, basada en ocres y rojos, y sus grandes banderolas jalonaban el cielo de la ciudad sobresaliendo entre las murallas. Hoy, las murallas y banderolas han desaparecido. Sin embargo, las torres permanecen, ahora convertidas en improvisados hogares en el cielo de Cádiz.