Los marineros del B6 nadan para salvarse mientras el sumergible se hunde. /A. D. Q.
Sociedad

Historia submarina

El inmenso patrimonio sumergido de la Armada española incluye los primeros submarinos hundidos en una actuación bélica en España

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El desastre de la Felicísima Armada Invencible en 1588, los navíos extraviados de la Flota de Indias desde el XVI al XVIII, la batalla de Trafalgar en 1805, la Guerra de Cuba en 1898... El caso Odyssey y el tesoro de La Mercedes fallado en los tribunales de Florida a favor de nuestro país ha hecho reflotar los viejos sueños del imperio. Porque España tiene un imperio de navíos de todas las épocas. Sólo que yace bajo las aguas. Este patrimonio histórico sumergido pisa los fondos marinos de casi los cinco continentes además del litoral patrio. No se sabe el número, ni la situación de muchos de ellos, los expolios sufridos y lo que pueden conservar aún, salvo casos excepcionales por su fama, explica Javier Noriega, historiador especializado en pecios. El Plan Nacional de Arqueología Subacuática, aprobado en 2007, reconoce el importante papel del Ministerio de Defensa en la localización y protección de los pecios históricos, ya que la mayor parte de los naufragios fueron barcos de la Corona, como recordó el coronel de Infantería Miguel Aragón Fontenla en las jornadas celebradas recientemente en Málaga sobre el patrimonio histórico sumergido de la Armada. «No todos fueron buques de guerra, pero estando al servicio de la Corona, se les considera igualmente del patrimonio de la Armada», aclara el jefe de la sección de patrimonio naval hundido del Instituto de Historia y Cultura Naval.

Aragón Fontenla subraya que lo de menos es si alguno de ellos guarda un tesoro o no como las toneladas de monedas de plata y oro de La Mercedes. «No hay que olvidar que tienen la consideración de tumbas». Se refiere a que todos los naufragios llevan parejo el drama de la pérdida de vidas humanas, cuyos restos yacen en el fondo junto a los pecios y por cuya memoria deben protegerse.

No hay censo

Este sentido ha cobrado especial relevancia con motivo de la Ley de Memoria Histórica y los buques hundidos en la Guerra Civil, cuyos familiares aún viven. Esta guerra precipitó al fondo del mar a buena parte de la flota, dividida entre republicanos y rebeldes o nacionales. Pese a lo relativamente reciente, 73 años, tampoco es fácil el censo de buques o barcos abatidos en esta contienda y mucho menos de los marineros desaparecidos en ellos. «Muchos hundimientos no fueron contabilizados tanto en uno como en otro bando, ya que ambos utilizaron barcos civiles militarizados», comenta Diego Quevedo Carmona, suboficial mayor de la Armada e investigador de los naufragios de la guerra civil. Hay una excepción en este imposible recuento: los submarinos. Se sabe el número, el nombre y hasta quienes perecieron en ellos. Cinco buques subacuáticos descansan en el lecho marino español víctimas de la cruenta guerra civil. Otro más se le sumó en la posguerra.

Inventados por Isaac Peral en 1888, su bautismo bélico en las fuerzas españolas no tuvo lugar hasta la evacuación de la isla de la Gomera durante la guerra de África de 1922. Al llegar la guerra civil, el Gobierno de la República contaba con una decena de estos buques, una importante flota de submarinos para la época. (En la actualidad, la Armada española sólo cuenta con cuatro).

Fieles al Gobierno de la República, los primeros submarinos españoles en sumergirse para siempre yacían olvidados hasta que la ley de la Memoria Histórica y el reciente interés por salvaguardar el patrimonio naval subacuático ha reflotado su interés.

¿Dónde están estos cinco submarinos? Diego Quevedo recuerda que el primer naufragio en la guerra civil fue un submarino, el B6. Ocurrió el 19 de septiembre de 1936. Este submarino navegaba en superficie «quizás de forma imprudente» frente a Cabo Peñas, en el Cantábrico, cuando fue alcanzado por el destructor Velasco, del bando nacional. «No sabemos la situación exacta del hundimiento, sólo que está frente al Cabo Peñas». No hubo muertos porque la dotación se rindió, pero el submarino no se salvó, fue echado a pique.

Lugares estratégicos

Es conocido el protagonismo de Andalucía en la contienda naval de la guerra civil. A la bahía de Málaga fue trasladada la flotilla de submarinos desde Cartagena por el Gobierno de la República dada la cercanía con Gibraltar y para interceptar los buques rebeldes que cruzaran desde Ceuta. El Ejército de la República distribuyó octavillas entre los pescadores de Málaga con los nombres y las siluetas de tres cruceros del bando nacional para que alertasen a los submarinos en caso de avistarlos. En esta tarea se encontraba el B5 en el golfo de Málaga cuando un hidroavión de las tropas franquistas lo cazó en superficie. No le dio tiempo a sumergirse. Se hundió se supone que alcanzado por bombas desde el avión, según contaron los pilotos después, «aunque no hay constancia documental de lo que sucedió», acota Diego Quevedo. Se fue a pique el 12 de octubre de 1936 con sus 35 marineros frente a Estepona, aunque no se sabe el punto exacto.

No ocurre lo mismo con el C-3, que fue localizado en 1999 por el abogado Antonio Checa en el punto exacto en que fue hundido en la playa de El Palo de Málaga. El suboficial Quevedo relata que, ante la falta de submarinos propios, el bando de Franco negoció con la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini el envío de dos submarinos cada uno en su ayuda. Fue lo que se conoció como Operación Úrsula. Tras ser relevados por los italianos, los submarinos alemanes U33 y U34 volvían a casa barajando la costa andaluza cuando avistaron al C3 en superficie. La teoría de Quevedo es que el submarino republicano desconocía que el bando nacional tuviera submarinos. Los tres únicos supervivientes de aquel hundimiento en el que perecieron 37 hombres relataron después haber oído una explosión: un torpedo del U34, según las investigaciones llevadas a cabo por el suboficial Diego Quevedo. Era el 12 de diciembre de 1936. Tras su localización hace una década ha habido peticiones para que sea reflotado.

Tan sólo 19 días después, en la madrugada del 31 de diciembre al 1 de enero de 1937, un gemelo del C3, el C5 se hundía en Ribadesella tras haber salido de la ría de Bilbao al anochecer. Las causas de este hundimiento no están claras, reconoce Quevedo, quien da poca credibilidad al rumor extendido por el ejército nacional de que el comandante quiso pasarse a su bando y al no secundarlo la tripulación se autoinmoló con sus 50 hombres. Sí fue autodestruido por su dotación el C6 en octubre de 1937 en Gijón para que no pudiera ser aprovechado por los nacionales a punto de tomar la ciudad.

Terminada la guerra, otro submarino, el C4, también se iría a pique en un extraño accidente ocurrido en junio 1946 en el puerto de Sóller. Meses antes, en abril, Franco había paseado sobre la cubierta de este sumergible, el último en desaparecer para siempre. Con él otros 44 hombres.