Los féretros de los dos guardias civiles asesinados portados a hombros por compañeros del Cuerpo a la entrada de la Catedral de Mallorca.
ESPAÑA

Los Príncipes comparten el dolor de las familias

El presidente del Gobierno condecora a los agentes asesinados con la Cruz de Oro al Mérito, la más alta distinción de la Benemérita

| COLPISA. PALMA DE MALLORCA Actualizado: Guardar
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Los Príncipes de Asturias se entregaron a la difícil labor de consolar a los familiares de los guardias civiles asesinados por ETA en Palmanova (Calvià). La catedral de la ciudad, donde se ofició el funeral por los agentes, se quedó pequeña para acoger a las personas que quisieron honrar la memoria de los dos miembros del Instituto Armado. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, madrugó para condecorar en la capilla ardiente, instalada en el Palacio de la Almudaina, a Carlos Sáenz de Tejada y Diego Salvá Lezaún, cuyas vidas fueran segadas el jueves por una bomba-lapa que los terroristas adosaron a su vehículo. Con gritos de «¡Valientes!» y «¡Viva la Guardia Civil!», los congregados en el pórtico de la catedral saludaron los féretros cuando entraban a hombros de sus compañeros del Cuerpo.

Rodríguez Zapatero, que compartió el avión oficial que le llevó a Mallorca con el líder de la oposición, impuso a los militares muertos la Cruz de Oro al Mérito de la Guardia Civil, la más alta distinción que concede el Instituto Armado. El presidente del Gobierno y Mariano Rajoy se encontraron en la sala del recinto con representantes de otras instituciones del Estado y los familiares de Sáenz de Tejada y Salvá, desgarrados por la tragedia. Previamente, se habían acercado al Palacio de la Almudaina las infantas Elena y Cristina, con su marido, Iñaki Urdangarín. Al término del funeral, el jefe del Ejecutivo, acompañado por el presidente del PP, partió presuroso hacia Madrid para presidir el Consejo de Ministros.

El arzobispo castrense, Julián de Río Martín, y el prelado de Mallorca, Jesús Murgui, concelebraron una ceremonia solemne en la que condenaron el atentado de ETA y pronunciaron palabras que querían ser de alivio para unos allegados destrozados por la pena. En la homilía, el arzobispo Julián del Río exhortó a la sociedad a que no caiga «en el desánimo», tildó de «viles» los crímenes de Palmanova y atribuyó a la banda terrorista el querer imponer a los españoles su totalitarismo, «intrínsecamente perverso y nunca justificado». «La última palabra de este combate no la tienen los hijos del terror sino quienes, como los jóvenes asesinados, trabajan por la paz, la justicia y la decencia en la sociedad», proclamó el arzobispo castrense.

Abrazos y lágrimas

Al término de la misa, que duró una hora y a la que les fue imposible asistir a unas dos mil personas que se quedaron a las puertas de la catedral y sus alrededores, don Felipe y doña Leticia abrazaron y estrecharon las manos de los deudos, que no podían contener las lágrimas.

Uno de los momentos que enardeció más al público se produjo cuando guardias civiles y policías portaron a hombros, mientras sonaba una marcha fúnebre, los féretros de sus compañeros muertos en acto de servicio. En el recorrido de la corta distancia que media entre el Palacio de la Almudaina y la Catedral de Palma, apenas una cincuentena de metros, el público prorrumpió en aplausos y gritó vivas a España y la Guardia Civil.

Hasta la capilla ardiente se trasladaron numerosos políticos, entre ellos, una nutrida representación del País Vasco, con el lehendakari, Patxi López, a la cabeza. López acudió a la Plaça de la Cort, donde se ubica el Ayuntamiento de Palma, para guardar cincos minutos de silencio por las dos últimas víctimas de ETA. El jefe del Gobierno de Vitoria avisó de que los vascos no van tolerar «que se alardee de la violencia en nombre de Euskadi».

No se anduvo con tantos miramientos el presidente del PP del País Vasco, Antonio Basagoiti, quien subrayó: «Que sepa la gente que los que han hecho este terrible atentado no son vascos, son mierda, porque los vascos son españoles y quieren vivir en paz». Y para que no cupiera ninguna duda de sus sentimientos, remachó: «Lamento que la bomba lapa no les hubiera explotado a los mismos terroristas cuando la transportaban».

Además de López y Basagoiti, también estuvieron en la concentración de Palma la presidenta de la Cámara de Vitoria, Arancha Quiroga, y el consejero del Interior del Gobierno vasco, Rodolfo Ares. Todos ellos fueron recibidos a las puertas de la capilla ardiente por el presidente autonómico de Baleares, Francesc Antich, y el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba.

Manos blancas

Ante la sede del Ayuntamiento de Palma hubo una concentración silenciosa de cinco minutos en la que sólo se dejaron ver dos pancartas improvisadas, una con el lema «Asesinos basta ya» y «Visca la Constititució». Durante la protesta, que se tradujo en un éxito de asistencia, se esgrimieron una veintena de cartulinas negras con las plantas de las manos estampadas en blanco. Al terminar, el público aplaudió por un espacio prolongado de tiempo hasta que se deshizo la manifestación.

Los cuerpos de Carlos Sáenz de Tejada y Diego Salvá Lezaún, cuyos ataúdes estaban cubiertos por banderas de España, recibirán pronto sepultura. El de Salvá será enterrado en Mallorca, mientras que el Sáenz de Tejada viajará a Burgos, ciudad que le nombrará hijo predilecto.

Entretanto, Palma sigue siendo una ciudad fuertemente custodiada y vigilada. Se mantienen los «controles exhaustivos» en todas las salidas de la isla, especialmente en puertos y aeropuertos, como reconoció el delegado del Gobierno en Baleares, Ramón Socías. No en vano, hoy llegan los Reyes para comenzar sus vacaciones en la isla.