EL JEME

El okupa gibraltareño

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Moratinos se supera. Sin la dura competencia que en la legislatura anterior le hacía Carmen Calvo, y con su rival en la actual, Aído en modo stand by a sugerencia de sus asesores de imagen, Moratinos, al que ya sólo inquieta Carme Chacón, está crecido y va lanzado a por el Premio Morán, que se concede cada legislatura al ministro que mejor hace el payaso, pues por más vueltas que le doy, no le encuentro otra explicación al delirante viaje oficial que el ministro de Asuntos Exteriores de España hizo el martes a un territorio que según nuestra Constitución es España.

No creo que ni siquiera los llanitos discrepen conmigo, si afirmo que la situación de Gibraltar es un anacronismo jurídico fundado en un acto de fuerza, posteriormente legitimado por la fuerza de los hechos. Gibraltar es como el perrillo bravucón que provoca a uno más grande porque se sabe seguro de la protección de otro aun mayor. En estos casi trescientos años el único principio reconocible que ha guiado la política gibraltareña es el de la Anexión, lo que bastantes años después los nazi llamarían anschluss, la búsqueda del espacio vital, con esa justificación se apropiaron primero del territorio contiguo a la roca y posteriormente de aguas españolas, reconvirtiéndolas en una ilegales aguas territoriales. Siempre teniendo especial interés en sentarse a posteriori, para proporcionarle algún tipo de paraguas formal al atropello previo.

Gibraltar es como un okupa que se ha metido en nuestra casa, al que no hay forma de echar porque está bien amparado y que encima se dirige a nosotros en demanda de mejoras en el inmueble. Hasta ahora se habían hecho oídos sordos a éstas, pero el otro día el representante del propietario fue a la vivienda del okupa a hablar con él, no para discutir los términos de su salida o la conversión de su situación en otra legal, sino a preguntarle que problemas tiene y como podía ayudarle a solucionarlos. Así es, bajo el manto del sacrosanto argumento de la protección de los intereses de los ciudadanos de uno y otro lado de la verja, el Gobierno se acerca a Gibraltar para hablar y resolver todo, y sólo, lo que a ellos conviene, con el compromiso de no hacer la más mínima referencia a cualquiera de las cuestiones que interesan a España pero molestan a Gibraltar.

Hablamos además de un vecino abusón, que se apropia de parte de lo nuestro para convertirlo en su terraza, de un vecino muy guarro que nos echas todas las porquerías, de un vecino que realiza actividades nocivas y molestas de las que él se queda con todos los beneficios mientras nos arroja los desperdicios y de un vecino que ha convertido su territorio en el paraíso de los delitos económicos. Pero de nada de esto se habló el otro día, porque nuestro bravucón vecino dijo que no estaba dispuesto. De lo que se habló, es de hacerle un acceso mejor para que pueda realizar más cómodamente todas estas actividades, de pedirle que nos permita recogerle su basura sin que se moleste y de rogarle que las actividades delictivas las haga con mayor discreción.