Las tres autoras con un ejemplar del libro editdo por Cátedra. /VÍCTOR LÓPEZ La marquesa de Villafranca. / L. V.
FICHA

Guerreras desde la sombra

Tres profesoras de la UCA participan en el libro 'Heroínas y patriotas. Mujeres de 1808' y rescatan figuras como Francisca Larrea o la marquesa de Villafranca

| CÁDIZ Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La disciplina histórica ha relegado en muchas ocasiones a la mujer a un papel secundario, pero hubo épocas, guerras, batallas en las que ellas se implicaron activamente con el mismo coraje que sus compañeros masculinos. Eso sí, siempre desde su posición, desde el lugar que la sociedad les tenía marcado. En el caso de la Guerra de la Independencia han sido varias figuras las que ejercieron, a veces desde la sombra, un papel significativo en la política, en la contienda o en la difusión de los valores patrióticos a través de los medios de comunicación de entonces. Ahora, el libro Heroínas y patriotas, publicado hace unos días por Cátedra, defiende los roles que tuvieron algunas féminas en aquellos cruentos años y rescata del olvido algunas figuras poco conocidas y estudiadas por la historiografía. Así, aparte de Agustina de Aragón o Manuela Malasaña, sobresalen otros nombres como Doña Frasquita o la Marquesa de Villafranca.

Este volumen es el resultado del trabajo de investigación de 15 personas, entre ellas tres profesoras de la Universidad de Cádiz: Marieta Cantos, vicerrectora de Extensión Universitaria, Beatriz Sánchez Hita y Gloria Espigado, quien junto a Irene Castells (de la Universidad Autónoma de Barcelona) y María Cruz Romeo (de la Universidad de Valencia) han coordinado la obra.

En muchos casos se trata de mujeres recordadas por su nombre, pero no por su labor y su implicación en la guerra que asoló toda la península a partir de 1807. El libro incluye 15 perfiles femeninos, e incluyen también los retratos de mujeres portuguesas y de algunas afrancesadas. Entre estas heroínas sobresalen María Bellido en la Batalla de Bailén, las mujeres de Galicia, Doña Frasquita o Carmen Silva, quien realizó una labor encomiable al frente de la publicación El Robespierre español.

Ésta última, natural de Lisboa, «liberó a las tropas españolas que se encontraban allí encarceladas vistiéndolas de mujer», cuenta Beatriz Sánchez Hita. «Ella les llevaba comida, les ayudaba y por ello tuvo que huir de su ciudad natal hacia Badajoz», explica esta profesora de la UCA. Allí, Carmen conoció a Pedro Pascacio Fernández Sardino, un médico castrense que publicaba un par de periódicos en la capital. Al caer Badajoz, ambos recalan en Cádiz. Será aquí donde Fernández Sardino pase a encargarse de El Robespierre español, aunque sólo tuvo oportunidad de editar dos números, ya que sus artículos propagandísticos a favor del liberalismo le valieron la encarcelación. Fue entonces cuando Silva cogió las riendas de la publicación, convirtiéndose en la primera mujer periodista en aquella época. «Ella hizo un periódico más dinámico y variado, no tan solemne y combativo. Incluía más artículos y cartas de colaboradores», afirma Sánchez Hita, al tiempo que recalca que al público le debía gustar porque estuvo mucho tiempo.

Por otro lado, Carmen Silva se valió de la prensa para acallar las voces más conservadoras y conseguir que soltaran a su pareja, con el que contrajo matrimonio durante su estancia en la cárcel utilizando documentos falsos. «Le ponían impedimentos para visitarle porque no estaban casados así que se casan, eso sí, sin estar ella presente». Una vez que él sale de la cárcel, ella pasará a un segundo plano. «Ya hay menos referencias a ella y es más difícil seguirle la pista, pero se sabe que con la llegada del absolutismo huyen a Londres, donde Fernández Sardino participará activamente en El Español Constitucional. Después, con el Trienio Liberal regresan y al restaurarse la figura de Fernando VII otra vez regresan a la capital británica». Allí, el periodista morirá y a ella «parece tragársela la tierra», apunta esta investigadora. En definitiva, unas utilizaron las armas para luchar contra la opresión napoleónica, otras su ingenio, y Carmen Silva «usó la pluma con maestría» para hacer constatar que no se respetaba la libertad de imprenta e influir en la opinión pública.

Las tertulias de Frasquita

Por su parte, la vicerrectora de Extensión Universitaria de la UCA, Marieta Cantos, ha centrado su estudio en la popular Francisca Larrea, famosa por las tertulias que organizaba y en las que participaba activamente. Durante su investigación, esta profesora averiguó algunos datos desconocidos como que Doña Frasquita «no era hija única», como hasta entonces se había creído, sino «la tercera de tres hermanos. Uno de ellos vivió en Francia y nadie tenía constancia de él».

Antes de participar en este volumen, Marieta Cantos ya había tratado el papel de las mujeres durante las Cortes de Cádiz en los Episodios de Trafalgar y Cádiz en las plumas de Frasquita Larrea y Fernán Caballero, libro que publicó en 2006. Según la vicerrectora, «hay muchos apuntes sobre ellas en las memorias de Alcalá Galiano y en el episodio dedicado a Cádiz de Benito Pérez Galdós». Las tertulias de Larrea, aunque efímeras (se desarrollaron durante algunos meses en 1811), fueron bastante populares en la época. Además, esta valiente mujer, que vivía en Chiclana y tenía parte de su familia en Alemania fue «de las primeras féminas que publicó un libro patriótico» bajo el seudónimo de Laura allá por junio de 1808. «Era su forma de contrarrestar la propaganda que se difundía a favor de Napoleón».

Francisca Larrea cultivaba un liberalismo moderado y era fiel a Fernando VII dado su origen burgués. Su entorno siempre fue un ambiente intelectual. A diferencia de las mujeres de la época, tenía mucha afición por la literatura. «Tradujo a Lord Byron, leía y escribía en francés, le gustaba Shakespeare...». Apenas se le escapaba ninguna disciplina, ya que Larrea era capaz de mantener conversaciones de filosofía o de pintura. «Era una mujer con muchas inquietudes», sentencia Cantos. Aparte de sus tertulias, también publicó folletos, algunos de los cuales «han quedado inéditos».

La cuñada de la Duquesa de Alba

Gloria Espigado, una de las coordinadoras de la obra, repasa en Heroínas y patriotas la figura de la marquesa de Villafranca y la Junta de Damas de Fernando VII, sociedad a la que perteneció y que estaba al servicio del interés de la nación para recabar fondos para destinarlos a pertechar y vestir a los combatientes de la guerra. Su nombre real era Tomasa de Palafox Portocarrero y era hija de la condesa de Montijo (una importante figura de la Ilustración). Además, fue cuñada de la Duquesa de Alba. Miembro de la Sociedad Matritense desde que se contrajo nupcias con el duque de Medina Sidonia, al estallar la guerra ambos deciden dirigirse a Murcia (al final su marido será diputado de las Cortes de Cádiz por esta provincia). Él terminará enrolándose en el Ejército y ella en 1810 marcha a Cádiz ante su «deseo de estar en la ciudad de la resistencia». Será a partir de 1812 cuando comience su labor como presidenta de la Asociación de Damas de Fernando VII. Durante estos años, la marquesa se abstrae de su condición social e irá «casa por casa» recolectando recursos para los soldados. «Contratarán sastres y costureras para vestir a un batallón de Guadix», asegura Espigado.

Lo más importante del papel de estas damas durante aquellos años es que todas «transforman su estatus de madres para entrar por la puerta de atrás del patriotismo», destinado fundamentalmente a los hombres. Así, este grupo de féminas terminan convirtiéndose en «madres de la nación» y pronuncian discursos públicos cada vez que consiguen algún objetivo.

En el verano de 1812, al levantarse el cerco, la marquesa de Villafranca vuelve a Madrid junto a su familia, donde se convertirá años después en presidenta de la Sociedad de Amigos del País. Según Espigado la marquesa de Villafranca fue la encargada de preparar el «homenaje al duque de Wellington» a su llegada a España.

Al igual que estas tres ilustres mujeres, que dieron casi toda su vida por la patria en aquellos convulsos años, independientemente de su origen o posición social, muchas féminas sacaron todo su coraje para defender su amada nación ante la ofensiva napoleónica. Algunos de sus nombres trascendieron, otros no tanto y lo que se recuerda de ellas son sus ejemplares hazañas o las leyendas que se formaron en torno a su figura. Por suerte, el libro que edita Cátedra busca enmendar esto y poner nombre y cara a estas guerreras que operaron, a veces desde la sombra, y consiguieron grandes empresas en pro de sus ideales.