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El Certamen Internacional de Guitarra

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En Jerez parece que las cosas se olvidan pronto. Incluso aquellas celebraciones que son conocidas mundialmente pasan desapercibidas para la mayoría de la ciudadanía. No digamos si, por falta del apoyo de las instituciones, un certamen como el de la Guitarra deja de celebrarse algún año; entonces, nadie lo reclama a pesar de que el acontecimiento aparece en todos los foros con el nombre de Jerez. Y es que nuestra ciudad es en ocasiones así de indolente.

En el ambiente guitarrístico, ganar el Certamen de Guitarra de Jerez es ser el mejor guitarrista del año, al menos para el jurado calificador que, dicho sea de paso, suele estar compuesto por profesionales y maestros de acreditado prestigio y fama.

A juzgar por el número y el nivel de los aspirantes al premio, los concursantes de este año han sido la flor y la nata del toque nacional, de los que, tras las pruebas eliminatorias y según las bases, sólo seis pudieron optar a la fase final.

Ni que decir tiene que cualquiera de los seis finalistas podía haber ganado, porque todos poseían un virtuosismo que para sí quisieran muchos de los ya reconocidos guitarristas que en los circuitos flamencos hoy viven del toque. Pero una calificación al estar supeditada al gusto del jurado siempre es subjetiva. Entre ellos, y en contra de la decisión tomada por el jurado, este cronista destacaría al jerezano Alfredo Lagos, quien se encuentra en el momento más dulce de su carrera, pues ofreció a los allí presentes todo lo que un guitarrista de primera línea debe de tener: ejecución limpia y dominio absoluto del diapasón, ya que tremoleó con seguridad, picó y rasgueó con maestría, sin aspavientos ni concesiones a la galería, dando sobradas muestras de ser un guitarrista maduro cuyo nivel supera con creces las exigencias actuales, con una mano derecha versátil destacando por un toque a la vez que moderno, ortodoxo. ¿Qué ocurrió entonces? ¿Quizá el jurado conocedor de su carrera esperaba más de él? A nosotros nos pareció que todo lo que hizo lo hizo con gusto y limpieza, aplomo y flamenquería. Tal vez estuvo parco y, aunque llevó a cabo bellas armonías, fueron escasos los acordes que ejecutó en cada una de ellas, por lo que el jurado lo relegó. Alfredo Lagos fue víctima de su propia y brillante carrera.

Los concursos son a veces armas de doble filo para los profesionales. O les lanzan al estrellato o, debido al infortunio o a un mal día, se encuentran con la sorpresa de ser situados en un lugar que no les corresponde. Razón de más para volver por sus fueros y el año que viene optar de nuevo, ya que tiene sobrados mimbres para alzarse con el primer premio del certamen.

Virtuosimo técnico

Uno por uno, cada concursante tuvo cualidades particulares, aunque la tónica general fue el virtuosismo técnico por el que hoy camina la guitarra, por lo que todos fueron similares. Fue escasa la flamenquería y el buen gusto, y los sonidos negros brillaron por su ausencia. No obstante, los espectadores que asistieron a la final en el Villamarta quedaron gratamente sorprendidos con la actuación de cada uno de los seis finalistas, ya que la técnica y el virtuosismo de que hicieron gala eran impropios para guitarristas tan jóvenes. Tal fue la actuación del joven portuense Francisco León Gallardo, que, con 18 años, es toda una promesa de la guitarra. O el aún más joven David Caro, que con 16, hizo gala de una sabiduría que sólo ostentan los guitarristas muy avezados. Este almeriense tocó unas tarantas cuya recreación, de nuevo cuño, fue largamente aplaudida. O el también joven guitarrista Francisco Javier Muñoz Melero, que, procedente de Córdoba, interpretó en el Villamarta el difícil toque de la Rondeña con inusitada facilidad y maestría.

No hubo, como en otras ocasiones, grandes diferencias entre el último y el primer clasificado; esto indica el alto nivel guitarrístico que existió en dicho certamen. Y si bueno fue el que se llevó los 6.000 euros, el granadino David Carmona Fernández, tampoco quedó a la zaga el onubense Manuel de la Luz Vázquez, que, sólo premiado con los 300 euros del accésit, fue quien más nos supo a toque antiguo.

El concurso, que este año estaba dedicado a Parrilla de Jerez, discurrió con el emocionado recuerdo de este extraordinario guitarrista jerezano, cuyo toque ha sido y será un referente para los buenos aficionados a la guitarra flamenca, sobre todo, a la de acompañamiento.

Dándose la inusual circunstancia de, a la par de celebrarse tan magno certamen los familiares asistían al funeral por su eterno descanso, por lo que era lógica la ausencia de la familia, amigos y allegados. Con Parrilla de Jerez se nos ha ido no sólo un extraordinario guitarrista, sino también un magnífico bailaor y un excelente amigo.

Una vez más hay que felicitar a los socios de la Peña Flamenca de los Cernícalos por la extraordinaria organización de tan importante evento, para el que es imprescindible el equipo humano del que disponen, los que hechos una piña han logrado evitar un año más que este concurso se pierda y esto es gracias a las empresas patrocinadoras, que, tras muchos años de colaboración, no dejan de prestarles su apoyo.