Ronaldo disfruta de un nuevo éxito tras ganar la Copa de Brasil con el Corinthians./ REUTERS
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Las siete vidas de Ronaldo

El delantero brasileño, que acaba de conquistar su vigésimo primer trofeo, es un ejemplo de superación personal en el mundo del fútbol

| COLPISA. MADRID Actualizado: Guardar
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Controvertido, portentoso, veloz, eléctrico, extraordinario, libertino. Ronaldo. Pocas imágenes han quedado grabadas en la memoria colectiva con tanta fuerza como la del delantero brasileño retorciéndose de dolor en el Olímpico de Roma. Imagen que ha logrado contrarrestar con sus inmensos e innumerables goles. El carioca vuelve a sonreír 17 meses después de su enésima lesión de rodilla. Ha sido pieza clave para que el Corinthians lograse este viernes su tercera Copa de Brasil. El trofeo número 21 en el colosal palmarés del fenómeno, donde figuran dos Mundiales.

Ronaldo Luís Nazário de Lima, nacido en Río de Janeiro en 1976. A sus 32 años está viviendo su segunda juventud. Más bien, su séptima. Tantas como equipos en los que ha militado. Su vida deportiva comenzó en el Cruzeiro, donde despuntó con precocidad. Con tan sólo 17 años dio el salto a Europa: fichó por el PSV. Allí ganó la Copa holandesa y se proclamó Pichichi. Pero su ambición era triunfar en una liga más potente. Por ello tensó las negociaciones hasta conseguir su marcha al Barcelona en el año 1996 por una cifra récord para entonces: 2.500 millones de pesetas.

Su etapa como culé fue esplendorosa. Los aficionados españoles pudieron ver al Ronaldo más veloz y resolutivo de toda su carrera. Consiguió 34 goles en 37 partidos y conquistó el FIFA World Player por primera vez. Repetiría otras dos. Sin embargo, su carácter díscolo se transformó en nuevas pretensiones económicas que le forzaron a abandonar España rumbo al Calcio. El Inter fue su destino y su casa durante cinco largas temporadas.

Día negro aquel 12 de abril de 2000. Ronaldo reaparecía tras una lesión. El Inter jugaba frente al Lazio. En una de sus mortíferas bicicletas, la rodilla derecha encalló: rotura del tendón rotuliano. Los desgarrados gritos de dolor desembocaron en lágrimas mientras el ariete se retorcía en el suelo. Nadie pensaba que se recuperaría. Era un muñeco roto.

Scolari, seleccionador de Brasil en el Mundial de Corea y Japón 2002, sorprendió con la inclusión de Ronaldo en la lista de convocado. Sin embargo, el carioca despejó cualquier atisbo de dudas con goles. Se convirtió en el máximo anotador del torneo con ocho dianas y como recompensa logró su segundo Balón de Oro.

La extraordinaria actuación no pasó desapercibida para Florentino Pérez. En plena era galáctica, Ronaldo regresó a la Liga española, pero la llegada de Capello junto con el hartazgo de parte del graderío y el debate sobre su sobrepeso, obligaron a Ronaldo a coger las maletas rumbo a Italia.

El Milan le recibió con los brazos abiertos. Sin embargo, la alegría apenas duró. El destino le tenía reservado una nueva tragedia. Su otra rodilla, la buena, la izquierda, la que no le había fallado, dijo basta: rotura del tendón rotuliano.

Nueve meses después, el Corinthians anuncia su fichaje. Volvió a Brasil. Volvió a su hogar. Y no ha defraudado.