Estudiantes, amas de casa, albañiles, jóvenes y mayores, participaron ayer en la convocatoria de 'Se llama copla' en Cádiz. / VICTOR LÓPEZ
Sociedad

Carnaval, flamenco y ahora... copla

Cádiz acoge el multitudinario casting del programa de televisión que ha logrado rejuvenecer el perfil del aficionado a un género que parecía condenado al blanco y negro

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Como está nerviosa y hace calor, Isabel Morica, de La Línea, se retoca el maquillaje en las escaleras de la recepción del Hotel Puerta Tierra. El rimmell le corre mejilla abajo, le tiemblan las manos y respira hondo, midiendo las pausas y controlando el diafragma, igual que una parturienta. Es la tercera vez que se presenta al cásting de Se llama copla y dice que no le da miedo, que lo suyo es puro deporte, afición al jaleo. Pero sus gestos la contradicen. Con 53 años «larguitos» todavía se imagina con un timbre claro y una bata de cola, mecida por los aplausos, al calor de las candilejas.

Comparte ese sueño con miles de andaluces, muchos de ellos gaditanos que ayer se dieron cita en el casting provincial de Se llama copla, el programa que ha puesto de moda, en este arranque del siglo XXI, un género que parecía condenado al cassette, la fregona y el blanco y negro.

Para plantarle cara al tópico, adolescentes y roqueros, amas de casa y estudiantes de derecho, abuelas y empresarios, demostraron que la fiebre de la copla no entiende de tipos, mitos, sexos ni generaciones. El perfil de aspirante ha cambiado tanto en los últimos años que ahora los piercings se mezclan con las peinetas con total naturalidad.

José Antonio Bustillos, técnico superior de realización audiovisual en paro, lo reafirma: «Que sí, que lo mío es el rock, que yo flipo con Elvis, que no pienso cortarme las patillas, pero que también es verdad que una copla, bien cantada, me pega el pellizquito como a cualquiera que tenga un poco de sensibilidad». El jurado, después de llamarle «coplero oportunista», le cerró las puertas a la siguiente fase. Más suerte tuvo Francisco Javier García Galán, linense de 15 años y la antítesis viva de su paisana Isabel: joven, estudiante y apasionado del género desde hace unos meses, aunque escucha copla en casa de su abuela «a diario». «El jurado me ha dicho que valgo, pero que espere a cumplir los 16. Es una especie de sí aplazado», bromeaba tras pasar el «mal trago, que no lo es tanto». Que se lo digan a Ana María Durán, limpiadora jerezana de 27 años, que aún no había terminado la primera estrofa de En el café de Levante, cuando el jurado la interrumpió: «Dicen que no tengo voz, pero no me han dado tiempo ni a coger aire», se quejaba a la salida.

Álvaro Ruiz, estudiante de Bachillerato de Trebujena, no se tomó la negativa por lo personal: «Bueno, dicen que tengo que seguir formándome, que soy joven y que se me ve madera». Este aficionado reciente, pero entusiasta, confiesa que para él, la convocatoria gaditana «era también una oportunidad para mis padres, agricultor y ama de casa, a los que les habría hecho mucha ilusión que llegara lejos en esto». José Manuel Soto, empresario arcense de 26 años y dueño de un pequeño tablao, también piensa volver a intentarlo: «Desde que era pequeño me recuerdo llegando a casa del cole y cantando copla. Así que insistiré. Dicen que mi voz es muy nasal y que cuando interpreto parece que pregono. Pero supongo que son defectos corregibles». Entre los pocos aspirantes que consiguieron un sí, «aunque matizado», se encuentra Inmaculada Asencio, ama de casa de 35 años, madre de dos hijos, a la que le falló la letra. «Tengo tantas ganas de dedicarme a esto que ahora que me han dicho que sí, ya no habrá quien me pare».

A la larga lista de bajas se sumaron Sonia Pantoja (25 años, Puerto Real, propietaria de una tienda de golosinas), Loli Ruiz (45 años, Sanlúcar, ama de casa), Emilio Talardón (albañil, 26 años, San Fernando)...