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Repudio internacional al nuevo gobierno

Miles de hondureños exigen la vuelta de Zelaya, que recibe el apoyo de los países de la región

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Repudiado por casi todos los países y por organizaciones internacionales y regionales, el gobierno cívico-militar de Roberto Micheletti, que se aupó al poder el domingo por la fuerza en Honduras, resiste presiones externas e internas. Miles de hondureños que exigen la restitución del derrocado mandatario Manuel Zelaya protestaron ayer frente a la casa presidencial en un claro desafío a las Fuerzas Armadas que, según medios extranjeros desplazados a Tegucigalpa, estaban dispuestas a reprimir.

Micheletti era el líder del Congreso y juró el mismo domingo como presidente interino luego de que los militaran sacaran a tiros a Zelaya de la sede gubernamental y le expulsaran a Costa Rica. Micheletti declaró un inmediato toque de queda, pero activistas y dirigentes de organizaciones sociales que simpatizan con el depuesto dirigente no se amedrentan y expresan su indignación en las calles, al tiempo que convocaron una huelga general. Los medios de comunicación siguen controlados por los golpistas, que no dan cuenta de lo que sucede en el pobre país centroamericano.

Entretanto, Zelaya viajó desde San José a Nicaragua donde participó de una reunión extraordinaria de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). «En Honduras hay un solo presidente y es el que está frente a ustedes», reafirmó el depuesto mandatario ante su homólogo venezolano Hugo Chávez, su aliado principal en la región, y al que acompañaban el presidente nicaragüense, Daniel Ortega; el ecuatoriano, Rafael Correa, y el canciller cubano, Bruno Rodríguez.

Zelaya confesó que tuvo que pedir ropa al mandatario de Costa Rica, Óscar Arias, para asistir a la cumbre, ya que cuando fue asaltado iba en pijama. Chávez respaldó enfáticamente a su colega hondureño y pidió a sus homólogos de la región que no se queden en una mera condena. «Exigimos gestos de solidaridad con el pueblo de Honduras y su presidente», clamó. Managua se erigió así en sede de las reuniones en defensa de Zelaya. Más tarde llegaron a la capital nicaragüense el presidente boliviano, Evo Morales, y el mexicano Felipe Calderón, que viajó con la canciller hondureña, Patricia Rodas. La funcionaria había sido también secuestrada y golpeada en su domicilio y enviada a México.

Tras el secuestro del presidente y de los principales ministros, el Congreso hondureño se reunió, presentó una falsa renuncia de Zelaya alegando problemas de salud y designó por unanimidad a Micheletti como presidente provisorio hasta las elecciones. Los gobiernos y organizaciones internacionales se apresuraron a condenar la usurpación del poder y a exigir la restitución de Zelaya. El secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, expresó su total apoyo a las instituciones democráticas en Honduras y repudió el arresto del presidente.

El secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, advirtió de que el organismo sólo reconoce a Zelaya y únicamente a él permitirá participar como representante hondureño. «Nadie puede derrocar un gobierno democrático», subrayó Insulza, quien anticipó que procurarán aislar política y económicamente al gobierno usurpador.

Los países latinoamericanos también fueron contundentes en rechazar la rebelión militar. El presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, advirtió de que América Latina «no reconocerá cualquier gobierno que no sea el de Zelaya. No podemos aceptar que alguien quiera resolver sus problemas por la vía del golpe», remarcó. Y desde EE UU, su secretaria de Estado, Hillary Clinton, pidió la restauración del orden democrático en Honduras, aunque aseguró que por ahora no se suspenderá la ayuda económica al país.

«Aquí no hubo un golpe de Estado sino una sucesión constitucional», se defendió ayer el presidente de facto de Honduras, Roberto Micheletti, designado por el Congreso unicameral el domingo después de que las Fuerzas Armadas expulsaran a Manual Zelaya a balazos de su residencia oficial y lo sacaran del país. «El Ejército fue benévolo al permitir que se marchara cuando en realidad tenía que haber ido a la cárcel por los delitos cometidos», juzgó el dirigente. El presidente provisional se refirió así a la voluntad de Zelaya de avanzar con la polémica realización de una consulta no vinculante desautorizada por la Justicia. «No hemos hecho nada ilegal», declaró Micheletti, e intentó tranquilizar al mundo, que mira con preocupación la interrupción del orden democrático en el país centroamericano. «Respetamos a todos y sólo pedimos que nos respeten y nos dejen en paz porque el país se encamina a elecciones generales libres y transparentes en noviembre».

Desde su posición como presidente del Congreso y sin un vicepresidente del país en ejercicio, Micheletti se puso en cabeza de la línea sucesoria. Pero para asumir el cargo, se requeriría la renuncia del presidente legítimo, un trámite que no se ha cumplido. El nuevo mandatario también se mostró preocupado por las palabras del líder venezolano, Hugo Chávez, que dijo que derrotarían al nuevo Gobierno. «Nos amenazan con invadir nuestro territorio, pero cada hondureño es un soldado que defenderá su patria», refutó.

Al ser preguntado por ministros secuestrados y algunos todavía en paradero desconocido, Micheletti aseguró que varios están «muy contentos» trabajando en el nuevo Ejecutivo. Finalmente, el flamante nuevo ministro de Exteriores, Enrique Ortiz Colindres, advirtió de que la comunidad internacional «debe respetar la decisión de Honduras» de deponer a Zelaya.

«Acá no hubo golpe de Estado porque los hondureños siguen regidos por la Constitución, que el anterior Gabinete quiso reformar sin ningún fundamento y de manera ilegal» dijo, y advirtió de que «buscaremos a los amigos» para afrontar el nuevo desafío.