la espinita clavada

Los nuevos suecos

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Hay gente que no lee periódicos, no ve la televisión y cree que internet es un invento de la NASA para espiarnos. Sólo así se explica que no se hayan enterado de que hay crisis en el mercado inmobiliario, los pisos no se venden y el precio de la vivienda se ha desplomado.

Estos datos objetivos que conocería cualquier alumno de la ESO (o al menos, les ha oído hablar a sus padres) han pasado inadvertidos para muchos propietarios que, ajenos al tsunami que nos anunciaba Pedro Solbes, creen que pueden vender su pisito usado en un barrio de cualquier ciudad de la Bahía, de 60 metros, por 40 millones de pesetas. (Sí, porque los españoles ya usamos el euro para todo excepto para las casas; habría que mandarlo analizar; tal vez es un rasgo nacional sadomasoquista).

Hagan la prueba. Llamen a 10 anuncios del Cambalache y cada poco les saltará alguna voz monocorde que con un gran aplomo responderá a la famosa pregunta con un «40 millones». Eso es hacerse el sueco en el siglo XXI.

Una lo que tiene que hacer es morderse la lengua y no preguntar si ese precio incluye la piscina o el helipuerto. O si incluye a su familia (la del que te lo vende), que se va a quedar a vivir contigo, en usufructo, para prepararte la comida cada día y limpiarte la casa. O si allí tuvieron su romance Ava Gadner y Frank Sinatra.

Dignamente, una aguanta la respiración o las ganas de proferir algún insulto o cualquier frase grosera y se despide educadamente con un «Buenas noches y buena suerte».