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Israel desprecia la paz de Obama

Netanyahu sólo aceptará un Estado palestino desmilitarizado, rechaza el retorno de los refugiados y promociona las colonias

| CORRESPONSAL. JERUSALÉN CORRESPONSAL. MOSCÚ Actualizado: Guardar
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Dos meses y dos semanas desde su toma de posesión han sido necesarios para que Benyamin Netanyahu se refiriera ayer a la creación de un «Estado palestino». Y lo hizo sólo después de condicionar su establecimiento a que tal «entidad» deberá estar inevitablemente desmilitarizada, sin control ni tan siquiera sobre su espacio aéreo y a que los palestinos reconozcan a Israel como «hogar nacional judío».

«En cualquier acuerdo de paz, el territorio bajo control palestino debe quedar desarmado, con sólidas garantías de seguridad para Israel. Si obtenemos eso -dijo- y los necesarios acuerdos de seguridad y si los palestinos reconocen a Israel como un Estado del pueblo judío, estaremos dispuestos a un verdadero convenio de paz con el fin de alcanzar la solución de un Estado palestino desmilitarizado al lado del Estado judío».

En un discurso anunciado como el de la presentación de su «política de paz y seguridad», esperado como réplica al que Barack Obama pronunció en El Cairo, el primer ministro daba satisfacción así a las presiones de Washington o de su socio de Gobierno laborista, Ehud Barak, que reclamaban escuchar las palabras mágicas que aluden a la solución de dos estados. Pero, en la misma alocución de veintinueve minutos, Netanyahu se encargaba de rechazar rotundamente cualquier posible negociación sobre asuntos fundamentales.

Sobre el derecho de retorno de los palestinos, advirtió de que «los refugiados deberán encontrar solución fuera de las fronteras de Israel» y sugirió que «los árabes pueden acogerlos». Sobre la aspiración palestina de tener en Jerusalén Este su capital, resolvió que «Jerusalén es la capital unida de Israel». Y junto a ello, evitó hacer mención al desmantelamiento o la congelación de la construcción en las colonias en Cisjordania que personalmente ha exigido Obama y que contempla la Hoja de Ruta.

Desafío a Washington

Muy por el contrario, en un desafío a Washington, reiteró su conocida intención de seguir permitiendo que se erijan viviendas para asumir lo que Netanyahu llama el crecimiento natural de las poblaciones ocupantes. «No busco la construcción de nuevas colonias o confiscar tierras para ese fin -explicó- pero es necesario permitir vivir normalmente a los habitantes de los asentamientos».

«Los habitantes de las colonias no son enemigos de la paz, sino nuestros hermanos y hermanas», insistiría el primer ministro entre los aplausos de la audiencia entusiasta que se concentró para escucharle en la Universidad ortodoxa de Bar Illan, un bastión del movimiento nacional-religioso de Israel, que a través de partidos de ultraderecha aceptó sostener el actual Gobierno a cambio de que no capitule un milímetro en la ocupación de los territorios palestinos.

Con todo, Netanyahu exhortó al mundo árabe a colaborar en la búsqueda de salidas y dijo estar dispuesto a dialogar «en cualquier lugar: en Damasco, en Riad, en Beirut y también en Jerusalén».

Al término del discurso, en una primera valoración, el presidente palestino, Mahmud Abbas, acusó al mandatario israelí de «haber saboteado» los esfuerzos de paz. «Se ha limitado a poner condiciones imposibles a los palestinos -subrayaba a su vez el negociador jefe de la ANP, Saeb Erekat-. Todas son inaceptables para nosotros». Más allá, el jefe de gabinete de Abbas, Rafik al-Husseini sentenciaba: «Con este discurso, Netanyahu ha declarado la guerra a los palestinos y al mundo entero».

Entre esas condiciones, el jefe del Gobierno de Israel también instó a la Autoridad Nacional Palestina a «decidir entre el camino de la paz y el camino de Hamás». «Israel no negociará con terroristas que intenten destruirlo», señaló en un sentido amplio, refiriéndose al partido islamista que ganó las elecciones en Gaza en 2006 y que controla la franja en solitario desde 2007, pero también en alusión a Irán, al que describió al inicio de su mensaje como uno de los mayores retos de Israel junto a «la crisis y el proceso de paz».

En contra de quienes habían previsto que trataría de eclipsar su visión sobre el conflicto refugiándose en una larga diatriba sobre Teherán, Netanyahu sólo dedicó una pequeña parte del discurso para advertir que «tras las elecciones, la amenaza iraní está en su punto más peligroso», y hacer su llamamiento a «un frente internacional» para frenarlo.

El presidente bielorruso, Alexánder Lukashenko, no acudió ayer a Moscú para participar en la cumbre de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (ODKB). Y no lo hizo en protesta por el embargo decretado por las autoridades rusas a los productos lácteos de su país.

El Kremlin asegura que las sanciones son de carácter «técnico» y que las importaciones de leche se reanudarán tan pronto se satisfagan los requisitos legales. En Minsk, sin embargo, están convencidos de que el castigo se debe al rechazo a reconocer la independencia de los enclaves georgianos de Abjasia y Osetia del Sur.

De todas las repúblicas ex soviéticas, Bielorrusia había sido hasta ahora la más fiel a Moscú. Por eso, en el Kremlin esperaban por su parte una legitimación inmediata de las dos provincias separatistas de Georgia, reconocidas sólo por Rusia y Nicaragua. Pero Lukashenko se ha hecho el remolón. «Esto es un asunto interno, somos un país soberano y actuaremos según nuestros intereses nacionales, sin admitir presiones», dijo Lukashenko hace quince días en relación con una posible decisión sobre Osetia del Sur y Abjasia.

Acercamiento a la UE

Tampoco ha gustado en Moscú el acercamiento de Bielorrusia a la UE, con quien firmó en diciembre un acuerdo de cooperación, su participación en la llamada Asociación Oriental, iniciativa recién lanzada por Bruselas y que incluye además a Ucrania, Georgia, Moldavia, Azerbaiyán y Armenia. Ni que el ministro de Exteriores esloveno, Samuel Zbogar, cuyo país ejerce la presidencia de turno del Consejo de Europa, dijera la semana pasada en Minsk que «Bielorrusia avanza hacia la democracia y el respeto a los derechos humanos».

Lo cierto es que Lukashenko le ha chafado a su homólogo ruso, Dmitri Medvédev, la puesta en marcha de una fuerza de intervención rápida en el marco de la ODKB. El nuevo dispositivo militar, cuyo acuerdo fundacional se rubricó ayer sin la participación de Bielorrusia y Uzbekistán, pretende llegar a convertirse en un contrapeso a la OTAN. Lo firmaron solamente Rusia, Armenia, Kazajstán, Kirguistán y Tayikistán.