Un seguidor del derrotado candidato reformista Mir-Husein Musavi se cubre la cara con un pañuelo ensangrentado tras la carga policial. / AFP
MUNDO

Irán se enroca en el integrismo

La sorprendente y amplia victoria de Ahmadineyad es rechazada por los reformistas, que denuncian con disturbios fraude electoral

| ENVIADO ESPECIAL. TEHERÁN Actualizado: Guardar
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«Estas elecciones asegurarán el progreso del país y la seguridad nacional». El Líder Supremo, ayatolá Alí Jamenéi, felicitó a Mahmud Ahmadineyad por su victoria por mayoría absoluta en las presidenciales y cerró el debate sobre la presunta manipulación de los comicios al ordenar a los candidatos derrotados que «deben ahora respaldar al ganador y ayudarle porque es un deber divino». Con veinticuatro millones y medio de votos (62,63%), los resultados del dirigente ultraconservador duplicaron finalmente a los votos del sucesor de Jatamí al frente del reformismo, Mir-Husein Musavi (33,75%). Los otros dos candidatos, Mehdi Kerrubi y Mohsen Rezai, obtuvieron resultados anecdóticos.

Con una participación récord que las autoridades situaron en el 85%, lo que supone cerca de cuarenta millones de ciudadanos, el ministro del Interior iraní, Sadeq Mahsouli, aseguró que «no se han recibido notificaciones de irregularidades y tampoco nos ha llegado ninguna queja por escrito». Información que contrasta con las denuncias esgrimidas desde el lado reformista, que llegó incluso a exigir a lo largo del día la repetición de las votaciones. Los datos oficiales dejan poco margen para las dudas, aunque en las calles de la capital la sensación de la gente es bien distinta, especialmente entre los seguidores del gran perdedor, Mir-Husein Musavi.

Uno de los asesores de Ahmadineyad, Alí Akbar Javanfekr, declaró a la agencia Fars que estas cifras demuestran «el fuerte apoyo del pueblo a la política mantenida estos cuatro años y supone un rotundo 'no' a nuestros enemigos», y adelantó que la política del presidente perseguirá «la corrupción y el enriquecimiento ilegal en la República Islámica».

El propio Ahmadineyad se dirigió a los iraníes para calificar de «libres y saludables» las elecciones presidenciales que le permitirán estar otros cuatro años al frente de la República Islámica. «La gente ha votado a mis políticas», afirmó en un discurso televisado.

Sin embargo, Musavi denunció que la votación fue una «farsa peligrosa», y los partidarios de ambos candidatos se enfrentaron en las calles de Teherán pese a que el líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenéi, ha pedido a la población que respete la victoria de Ahmadineyad.

«Nos han robado»

«¿Eres periodista? Por favor, cuenta en tu país que nos han engañado, que nos han robado la victoria en las elecciones». Una joven en mitad de la calle Enqelab (revolución) intentaba pedir explicaciones de lo ocurrido a sus amigas. «¿Qué podemos hacer?», se preguntaban ante la mirada atenta de los agentes de policía que seguían la escena desde un coche patrulla. Teherán amaneció en autentico estado de 'shock'. Los responsables del Ministerio del Interior fueron haciendo públicas las cifras oficiales durante toda una noche, en la que los seguidores de Ahmadineyad, con apenas el 20% de los votos escrutado, ya empezaron a celebrar la victoria en las calles. Banderas nacionales al aire, mostraron su alegría por la aplastante victoria fundamentalista.

Con los mensajes de texto de los móviles anulados por las autoridades, las principales web reformistas filtradas y un despliegue policial masivo, los edificios oficiales fueron blindados y se advirtió de que no se permitirían las protestas. Los rumores sobre la detención de Musavi elevaron la tensión de sus seguidores, que a las dos de la tarde se dirigieron hacia la calle Mirdamad, al norte de la capital, donde supuestamente el líder reformista iba a dar una rueda de prensa en la sede del diario Etelat. Su intervención fue cancelada.

A partir de ahí, la que fue bautizada como 'ola verde', aunque en mucho menor número que en la campaña electoral, descendió por la céntrica Valiasr formando una marcha que la Policía, apoyada por las Fuerzas Especiales, no dudó en reprimir con dureza. A bordo de motos, coches y furgonetas pick-up, con porras en la mano y órdenes claras de acabar con el desorden, los agentes del orden se aplicaron a fondo contra los jóvenes partidarios de un Musavi desaparecido.

«No hemos ordenado ninguna movilización porque sabíamos que las autoridades no la autorizarían. Ha sido totalmente espontáneo», aseguraban desde una de las oficinas del candidato derrotado en las urnas, desde donde también exigían la repetición de los comicios. La impotencia, rabia y furia de sus seguidores en las calles se percibía también en el comunicado emitido por el propio Musavi en el que alertaba de que lo ocurrido «comprometerá los pilares de la república islámica» y contribuirá a «consolidar la tiranía en Irán».

La polarización de la campaña sigue viva en la sociedad y, pese a los mensajes de las autoridades llamando a la calma, la tensión en las calles sólo pudo ser rebajada a base de mano dura por parte de las fuerzas de seguridad. La resaca electoral promete ser larga en la República Islámica.