ANABOLIZANTE

Por ser de Cádiz

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Hace unas semanas, en Madrid, decidimos darnos un pequeño homenaje la Ale, la Tere y yo: las tres de Cádiz, las tres más tiesas que una mojama y las tres con una depresión de caballo por el mal momento que estaba pasando nuestra situación económica. Con los cien eurillos que juntamos entre las tres dijimos: «Pa poca salud, ninguna», y nos fuimos a la calle a celebrar nuestra debacle.

En primer lugar, echamos unas cruzcampis en la plaza de Santa Ana. Luego bajamos a la calle Echegaray a tomarnos unos vinos en la Venencia, un tabanco jerezano situado en pleno centro de Madrid, donde sólo se sirve vino. Un sitio muy especial, muy bonito, con aire antiguo y acogedor. Nos tomamos unos amontillados con su tapita de mojama, qué rica, y también alguna manzanilla. El camarero, que hablaba así como fino, nos preguntó de dónde éramos, y le respondimos, con ese aire de suficiencia que caracteriza a los nacidos en esta tierra: «De Cádiz». Y él a continuación nos contó que en Cádiz había pasado los años más felices de su vida y que pensaba volver en cuanto la vida se lo permitiera.

Después de apurar las copas, pedimos la cuenta, y el camarero dijo: «Nada. Invita la casa». «¿Por qué?», preguntamos. «Por ser de Cádiz».

No veas qué pedazo de cable, qué arte. Salimos de la Venencia hinchadas como pavos, ole y ole, por ser de Cádiz, qué arte tenemos, que guays somos que nos invitan...

Lástima que el sieso del japonés en el que nos metimos a continuación no tuviera ni pajolera idea de que Cádiz es lo mejor del mundo y de que hay que invitar siempre a todos los gaditanos. Nos pegó un clavazo que salimos las tres del restaurante como el paso del Perdón. ¿En Japón no les hablan de Cádiz, joé?