Una usuaria utiliza una de las redes WiFi en las escaleras de la Catedral. / J. LÓPEZ
CÁDIZ

Teófila me paga internet

Cientos de usuarios con domicilio en plazas con zona WiFi se benefician sin límites de una línea gratuita en la red

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El objetivo, ahora en pleno proceso de ampliación, era que los gaditanos y, sobre todo, los visitantes, tuvieran señal de internet gratuita para sus ordenadores portátiles. Con esa idea, hace tres años, comenzaron a implantarse en Cádiz los puntos WiFi, a imagen y semejanza de lo que se hacía en otras ciudades.

El planteamiento técnico, traducido a un lenguaje coloquial, es poner antenas en plazas que emitan una señal inalámbrica para poder conectarse a la red sin costes, en cualquier momento.

La iniciativa ha tenido acogida. Basta ver a los turistas en cualquier banco, pendientes de la pantalla de su ordenador, cualquier día de cualquier época del año. La instalación ya existe en Catedral, Ingeniero La Cierva, el Parque de Telegrafía sin Hilos, Mina y Palillero, entre otros lugares concurridos. Sin embargo, la práctica diaria ha dado lugar a una forma inocente e involuntaria de picaresca: los vecinos de esas zonas también tienen señal gratuita.

Dependiendo de la ubicación de la vivienda, varios cientos de usuarios pueden encontrar una línea sin ningún coste, puesto que, al igual que los portátiles en las plazas, sus aparatos reciben la señal inalámbrica y pueden utilizarla.

Tres testimonios de tres residentes en Cádiz (aunque una es estudiante de Erasmus) sirven para ilustrar una situación que se ha extendido por la ciudad en silencio, por la discreción que prefieren los que se benefician de ella.

Gratis total, gratis a ratos

J. C. S. es un ingeniero gaditano de 36 años que vive en uno de los mayores edificios de viviendas de Ingeniero La Cierva. Asegura que disfruta parcialmente de internet gratuito, puesto que no se ha dado de baja de su línea personal: «Finalmente, no me he dado de baja del operador que tenía (Telefónica) porque el WiFi de la plaza me permite navegar y mandar correos, pero no me alcanza para usar otros programas de descarga. Ahora, si no me descargara música o películas, me quedaría sólo con la línea de la plaza, con la pública, y me ahorraría 30 euros al mes. También uso la línea pública municipal como reserva, si tengo un corte en la mía, que son frecuentes, siempre tienes otra».

Para utilizar la línea WiFi de una plaza, asegura, sólo hay que comprar «una antena de internet normalita, de las que venden en cualquier gran superficie por 12 euros. Esa antena coge la señal de la plaza y te la difunde por casa, sin más». La estudiante norteamericana J. F. vive en el entorno del Palillero y su caso tiene matices técnicos distintos: «Yo no tengo ya línea propia. Tenía una de telefonía móvil, pero la quité porque era muy cara. Me di cuenta de que tenía internet gratis todo el año. Yo no lo he pedido, no he robado ni he manipulado ningún aparato. No creo que esté haciendo nada malo, simplemente enciendo el ordenador en casa y sale un aviso que dice que ha localizado una señal. La abro y navego».

Aliado del anonimato

M. G.R. es una gaditana que vive en la plaza de Mina. Su situación es intermedia entre los dos casos anteriores. No tiene línea propia, pero tampoco puede usar la pública cuando le place: «La potencia de la señal es baja algunos días y no te puedes enganchar cuando quieras. Lo que pasa es que yo no entro mucho en internet. Alguna vez cada tantos días para intercambiar algún correo. Si me da señal de la plaza, bien. Si no, pues espero. El problema es que con mi sueldo no me puedo pagar casi 50 euros de una línea ADSL propia».

Aunque también considera «no estar haciendo nada malo», sí desconfía un poco de las redes públicas. «Sé que mucha gente usa las líneas WiFi para mandar anónimos, descargar alguna cosa de dudosa legalidad o entrar en páginas que no me gustan. La línea WiFi te garantiza el anonimato, puesto que no se puede seguir el rastro del usuario, lo que se llama IP. Eso no me gusta y prefiero usarla poco».

El humor del concejal

Aunque ahora tiene una vertiente pública, esta situación tiene un apartado privado y personal. Miles de usuarios de internet tienen acceso, todos los días, a las líneas inalámbricas de sus vecinos, puesto que su alcande es de varias decenas de metros. Cualquiera que paga internet, asume el riesgo. Las operadoras, también, aunque están afinando la tecnología para no perder clientes, para evitar que uno pague por tres usuarios.

El concejal de Nuevas Tecnologías, Bruno García, sabe que es una situación difícilmente controlable y se la toma con humor: «Todavía no hemos recibido ninguna queja en el Ayuntamiento por parte de un ciudadano enfadado por tener acceso a internet gratis».

Al margen de la ironía, admite que la situación puede darse, pero asegura que también se da en las redes inalámbricas que montan empresas o particulares. «Siempre puede beneficiarse alguien alrededor, pero no creo que sea un número significativo de personas las que tomen esa señal de otros, puesto que las operadoras habrían detectado un mayor número de bajas de abonados y eso no ha sucedido», recuerda.