Jerez

El tiempo del Rocío

El autor relata en el siguiente artículo las emociones y alegrías que se viven tradicionalmente en el Camino

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Es curioso, pero cuando leemos, oímos o vemos en cualquier medio de comunicación algún tema referido al Rocío, muy difícilmente será que no sintamos un pequeño escalofrío interior, un pellizquito de emoción en lo más profundo de nuestro ser. La letra de unas sevillanas o una plegaria. Las palabras pronunciadas por algún rociero, una imagen captada en cualquier recodo del Camino, serán argumentos más que válidos para dejarse llevar por la ensoñación, la nostalgia de un momento vivido o el sentimiento guardado en nuestro corazón. Y es que el Rocío, y todo lo que envuelve a la devoción hacia la Blanca Paloma, lleva implícito todo ese cúmulo de sensaciones.

No importa la época del año. Puede ser final del Verano o Navidades. Lo cierto es que el encuentro con otros rocieros y el intercambio de vivencias con ellos, nos hará sentir renovadamente las emociones vividas, los momentos compartidos, las mismas lágrimas de emoción o de alegría. No importa la estación, ni los años transcurridos, porque la retina y la memoria del rociero, recuperará de inmediato y de una forma nítida y viva tal o cual circunstancia. Y de nuevo se revivirá aquella ocasión.

E igual que ocurre en otros órdenes de la vida, la repetición año tras año de determinados acontecimientos, nos hará recordar a los que ya se marcharon de nuestro lado. Y rememorar las cosas que, con el paso del tiempo, han ido cambiando o desapareciendo. Y las persona engarzadas a cada uno de esos recuerdos.

En el Rocío, el tiempo juega un importante papel, porque al repetir, año tras año, los mismos rituales, los lugares, las personas, las cosas, vamos echando en falta cosas que fueron y ya no son.. Lugares que estaban y ya cambiaron.. Y sobre todo a las personas que estuvieron.... y ya no están. A lo largo de los muchos Caminos y Rocíos que la Virgen me ha permitido disfrutar, he ido dejando atrás, cada año, cosas que ya son historia, como aquellas candelas de las noches del camino muy cerca del Simpecado de nuestra Hermandad de Jerez. Y parajes del Coto de Doñana por los que ya no se transita y cuyo acceso se encuentra ahora vedado por una cerca de alambre. Y personas ligadas a cada uno de esos recuerdos, que ya habitan las eternas marismas azules. Pero sus voces permanecen vivas en mi memoria y en mi corazón, como si las acabara de escuchar.

Por eso, al llegar estos días de Romería, el rociero se dispone a llenarse de todas esas sensaciones, emociones y gestos, que le mantendrán confortado durante el resto del año y afianzado en su devoción. Por eso, al llegar estos días de Romería, me dispongo como cada año, a llenarme más si cabe, de todos esos buenos momentos del Camino compartidos con otros tantos rocieros. A disfrutar cada paisaje y cada rincón del Coto. A convivir en cada casa de la aldea con otros jerezanos que generosamente me brindarán su hospitalidad. Y sobre todo, a dejar transcurrir el tiempo que haga falta, cuando me acerque a la reja de la Ermita, y clave mis ojos en los de la Señora y en el Pastorcito que porta en sus primorosas manos. En ese momento, que se cumpla el deseo de aquellas emblemáticas sevillanas... «Tiempo detente.. que duren mis anhelos eternamente».