ANÁLISIS

Perera paga el 'síndrome morante'

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E staban enlotados los seis toros de Nicolás Fraile en dos mitades: en una, los del hierro de Valdefresno; en la otra, los Fraile Mazas. Los valdefresnos se soltaron en los turnos pares, pero el segundo, el de mejores apuntes en el caballo, fue devuelto por claudicar.

La segunda mitad de la corrida salió armada hasta los dientes: cornalón un cuarto veleto, que fue un toro con toda la barba; y no tanto pero no le anduvo lejos un quinto, que, armónico el tipo con su cuajo, lucía un clamoroso balcón, dos puntas afiladísimas. Más deslucido que complicado el sexto que se iba de manso.

En comparación con los rigores de cuarto y quinto, particularmente inciertos uno y otro por la mano izquierda, los otros dos toros de corrida, los de los hermanos Fraile Mazas, parecieron casi dóciles. Fueron manejables.

Los cinco toros de Nicolás Fraile fueron, en fin, de mutante conducta. Los ataques del quinto en la distancia por la mano derecha fueron notables pero muy pocos; sólo siete y siete sólo las embestidas francas y rebosadas del primero. No se empleó el cuarto salvo en la media altura y sin darse. No fue, por tanto, esa corrida densa y de grave conducta tan clásica en Valdefresno. Y sí fue, en cambio, la más ofensiva de cuantas van de feria. Muchos de los que estaban en el coro se habían quedado colgados del toro de Juan Pedro Domecq que el jueves dejó para siempre consagrado a Morante. Y fueron no pocos quienes esperaban de nuevo canela en rama. Y no.

Un sobrero de Marca jugado de segundo bis, embastecido por la edad pero bien rematado, fue, en contraste con los espinosos valdefresnos, toro de claro aire. De otra manera. La faena de Morante promete ser de efecto dominó para el resto de la feria. Esta corrida de sólo el día siguiente fue la prueba. La serenidad de Talavante, valeroso y relajado, no se tuvo en cuenta. Tampoco el cumplido y sincero arrojo de Perera con el quinto de corrida. Estuvo en onda distante Juan Bautista. Competente lidiador, entregado de verdad tan sólo en los siete doblones con que ahormó al primero de la tarde. Pero sin determinación para tirar de recursos en el manejo del incierto cuarto.