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La Feria resiste y llega a su ecuador

Ni la crisis pudo con un jueves de fiesta que empezó tibio, tal vez por las bajas temperaturas, pero que remontó hasta alcanzar otro lleno

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Es al abrir los ojos cuando comienzan las primeras punzadas de dolor que recuerdan que eso de que «el rebujito no emborracha» no es una máxima del todo fiable, sobre todo si uno se pasó el miércoles de Feria, el Día de las Mujeres, rellenando sin parar la jarrita. Por eso, porque el miércoles fue la primera gran jornada en el Real del González Hontoria, muchos no estaban ayer para muchos trotes.

Además, el día amaneció nublado, hasta algún escalofrío arrancaron las temperaturas de la mañana que invitaban a optar por el traje de flamenca más abrigado. Todo se dio la mano para que el jueves por la mañana, y hasta bien entrada la tarde, el González Hontoria estuviera despejado, al menos mucho más que el día anterior.

Y aunque la euforia etílica haya hecho que estos días las consumiciones no decaigan y que muchos se pregunten si lo de la crisis económica lo habremos soñado todos, lo cierto es que ayer el ecuador de la semana de festejos fue la más clara evidencia de que hay que hacer algún alto en el camino antes de que la tragedia sea insalvable.

No hay más que hacer la prueba y echar un vistazo de soslayo a la cartera para darse cuenta de que ha adelgazado bastante y que si la mañana está fría lo mejor es guardar las ganas para la tarde y llegar al Real ya comidos.

La fórmula no falló, y al mismo tiempo que los rayos de sol ganaban la batalla y acababan por imponerse, a la vez que las temperaturas iban subiendo y los abanicos aparecían de nuevo en las manos de las señoras, la Feria volvió a convertirse en el espectáculo de gentío, colorido y fiesta que fue el miércoles.

A primera hora de la tarde ya se adivinaba que podría volver a haber un lleno en el recinto ferial, y a medida que avanzaron las horas fue de nuevo imposible sentarse tranquilamente a tomar un fino.

Justo después de comer varios corros de mujeres vestidas de flamenca se daban cita ayer a las puertas del Real. Mientras hacían tiempo para que a todas les diera tiempo de llegar antes de pisar juntas el albero se entretenían cantando y bailando acompañadas de las palmas y del bombo que salió otra vez a pasear porque «hoy también es un buen día para las mujeres», decían entre risotadas.

Tampoco faltaron los paseos en coches de caballo, que fueron más numerosos que nunca y que camparon a sus anchas por las calles repletas de visitantes. Ayer, en el ecuador de la semana, la Feria más que nunca hizo honor a lo de que es el festejo por antonomasia del caballo.

Para reforzar aún más la relación ayer abrió sus puertas en Ifeca la 18ª edición de Equisur, la muestra que recuerda que la fiesta que ahora tiene que ver con volantes, sevillanas y litros y litros de vino fue en su origen un encuentro ganadero.

Cada año se evidencia más que Equisur no es un acontecimiento cualquiera, ya que reúne a más de 400 caballos procedentes de todo el país y atrae a visitantes de todos los rincones del mundo. Y es que Equisur, su concurso morfológico y las exhibiciones hípicas paralelas son un perfecto reclamo para el turismo extranjero, como demostraron los nutridos grupos de visitantes internacionales que recorrían ayer el González Hontoria y que descubrían las maravillas de una fiesta dedicada al disfrute más absoluto. Más de uno, envalentonado por alguna que otra copita de los caldos de la tierra, hasta se animó a arrimarse a las flamencas locales y bailar un intento de sevillana que fue muy aplaudido.

Y no hay que olvidarse de los aficionados taurinos que mientras casi todos llegaban dirigían sus pasos hacia la salida del Real para llegar a la plaza de toros. Ayer el cartel brillaba con los nombres de los primeros espadas de esta Feria de Jerez -el miércoles fue la corrida de rejones-: los de Cayetano, El Juli y Perera. Ni la duquesa de Alba y sus inseparables Curro Romero y Carmen Tello quisieron perderse la corrida, aunque al final la tarde fuera bastante decepcionante.

Y mientras tanto, en el González Hontoria las bulerías y las sevillanas siguen sonando, y entre vuelta y vuelta y giros de brazos unos a otros se dicen que «hoy es mi último día, mañana ya no piso la Feria». En algunos casos será lo de siempre, y hoy volverán a mancharse los zapatos de albero, pero otros cumplirán lo prometido y abandonarán hasta el año que viene la fiesta para recuperar el estómago y la cartera. Pero seguro que eso no se nota en el Real, porque con el fin de semana llegará otra avalancha de visitantes, esta vez los de las localidades cercanas que también harán suya la Feria de Jerez.