ANÁLISIS LA FICHA

Los noveles piden paso en jerez

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L a movilidad y la constante repetición de las embestidas derrochadas por los seis ejemplares de Miguelín, convirtieron al prólogo novilleril del ciclo taurino jerezano en un festejo entretenido y pleno deinterés. Aunque todos tendieron a rajarse al final de los trasteos y algunos acusaran su mansedumbre desde que salieron por chiqueros, nunca rehusaron a los citesy desplegaron la nobleza requerida para que los jóvenes espadas mostraran sin mayores problemas sus iniciales detrezas en la tauromaquia. De entre ellos, destacó por su personalidad, oficio y elegancia el isleño David Galván. Se hizo presente en la plaza con un toreo despacioso y con garbo a la verónica, que tuvo felíz continuidad con la franela cuando hilvanó muletazos rítmicos y templados en tandas que brillaron por su limpieza y a las que abrochaba con hondos pases de pecho o plásticos cambios de mano. La frescura de su naturalidad y su definida personalidad torera calaron entre los aficionados, que incluso le recompensaron con un trofeo a pesar de marrar con los aceros.

Carlos Gómez se erigió en el triunfador numérico del festejo al cortar las dos orejas del novillo que cerraba plaza, que resultó el más escurrido del encierro. Tras lancearlo con gusto a la verónica, fue capaz de superar la acometida nerviosa y veloz del astado, en un trasteo de dominio y pundonor, que alcanzó los momentos más lucidos cuando procedía a bajar la mano con decisión. El buen uso de la espada le proporcionó la única salida a hombros de la tarde. Abrió plaza un manso encastado que no fue parado por los capotes y que convirtió la lidia durante el primer tercio en un verdadero caos. José Miguel Valiente se hizo con él con su pañosa e instrumentó series ligadas de derechazos al aprovechar el viaje largo y vibrante del animal. Embestida alegre y repetidora que permitió demostrar en algunos momentos al manchego la cadencia y el temple de su toreo. Falló con estrépito en la suerte suprema, por lo que la recompensa a su labor se redujo a una ovación. El gaditano Fran Gómez ya había presentado sus animosas credenciales frente a este primero de la tarde al aprovechar su turno de quites para estampar tres breves verónicas y rematarlas con airosa tijerilla. Su enemigo sería el eral más cuajado de cuantos pisaron el albero y hasta hubiera pasado por utrero en cualquier coso de importancia. Ejemplar serio, que apretaba hacia los adentros, al que Fran embebió con soltura y clase en su capote y hasta remató en los medios con ceñida chicuelina. Llegó el novillo al último tercio con una acometida corta y rebrincada pero con mucha fijeza en la muleta de su matador. Incómodo y exigente enemigo que punteó en ocasiones el engaño del gaditano y al que obligó a realizar un esfuerzo verdadero. Plantó éste cara con gallardía y hasta alcanzó pasajes lucidos durante su toreo al natural, al aprovechar el mejor pitón izquierdo de su oponente. El trasteo se configuró profuso en lo cuantitativo e intermitente en lo cualitativo, en el que se sucedieron instantes de mérito e inspiración con episodios más desabridos y embarullados. Con una estocada trasera puso colofón a una actuación que fue premiada con un apéndice.

Jesús González Rique se las vio con un manso que huía en estampida cada vez que le presentaban los engaños. Sujeto el animal en los medios, el jerezano fue capaz de dibujar dos series templadas en redondo.

El espigado Juan Cervera, siempre erguida la planta y asentadas las zapatillas, demostró oficio y corrección en las formas pero sin mayor calado en los tendidos.