ANÁLISIS

Tres pícaros imparten doctrina

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U n grupo de música gaditano que se hace llamar Los Delinqüentes -con diéresis- anuncia nuevo disco: Bienvenidos a la época iconoclasta. Su arte deja poca huella en mí. Pero no su forma de titular sus trabajos. La época iconoclasta se quedó dentro de mi cabeza, y aflora ahora cuando confirmo que no es una broma que la Universidad Rey Juan Carlos haya fichado a Julián Muñoz, al ex presidente cántabro Juan Hormaechea y al empresario Ruiz Mateos.

Esto es lo que pasa cuando a la Universidad se le aplica el marketing y el espectáculo, que llega la notoriedad y que ya no conoce límites. No me asusta que esta gente, cuyos expedientes penales aburrirían a un estudiante de Derecho, se explique. Tampoco me sorprende que a empresarios desalmados y despistados les den una pasta por faenas tramposas ante un público consentidor que aplaude el disparate y la ordinariez en una televisión. Después de lo que hicieron y dijeron no ha ya lugar para la sorpresa.

¿Irá Ruiz Mateos vestido de Superman, contará Juan Hormaechea lo que mide eso que nos hace a los hombres distintos de las mujeres, descubrirá Muñoz el arte y las razones por las que los billetes de 500 euros crecen en una bolsa de basura que tenía bajo su cama? La Rey Juan Carlos ya ha conseguido lo que quería: propaganda. Ahora que muchas universidades no saben qué hacer con sus aulas desiertas, la campañita es un gran acierto y un disparate.

Disparate es que no haya ahí nadie que pueda parar semejante barbaridad. Pícaros siempre ha habido en las aulas. Profesores trincones y catedráticos que nos obligaban a comprar sus libros impresentables también. Pero lo del trío catedralicio supera todas las marcas.

Ahora se echan de menos pícaros inteligentes que pasaron por la Universidad y a los que uno se querría parecer un poco. Sólo un poco. Piensen en Diego Torres de Villarroel, que fue médico, hidrólogo, poeta, músico, experto en apicultura, parapsicólogo, oráculo, vendedor ambulante, astrólogo, bailarín, teólogo, clérigo, actor, catedrático, dramaturgo y torero... Torero fue Juan Belmonte, que después de terminar la faena, se fue a saludar al gobernador civil de la provincia que le dijo: «Don Juan, yo he sido banderillero suyo». Poco después un periodista le preguntó al Pasmo de Triana: «Maestro, ¿cómo se llega de banderillero a gobernador?». Y contestó: «Mu faci, endegenerando». ¡Qué grande Don Juan, que supo ver lo que le ocurre ahora a alguna universidad!