tribuna libre

La cultura como medio para alcanzar la felicidad

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Si tomamos como referencia una de las definiciones clásicas del concepto «cultura», como es la que nos proporciona Tylor (1871) , y que dice : «La cultura o civilización, en sentido etnográfico amplio, es aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre en cuanto miembro de la sociedad», podemos asegurar que la cultura se ha entendido, básicamente, como un elemento determinante en las diferentes conductas y como un «comportamiento pautado».Ante esta amplia definición , podemos afirmar que «interpretar nuestras propias vidas o, lo que es lo mismo, interpretar todo cuanto contiene dicho enunciado, no es más que la puesta en escena de lo que llamamos cultura.

Cultura que podemos interpretar en el transcurso de nuestra vida, en lo que podemos determinar como nuestro «proyecto de vida», el cual es comparable, si así lo queremos entender, al guión de una película: «nuestra vida». Nacemos inmersos en un patrón cultural y en un entorno social y geográfico preestablecido y si no somos capaces de readaptar dicho guión a nuestras necesidades y a nuestras circunstancias, a nuestra manera de pensar y de sentir y, a la vez, a nuestras emociones; es decir, lo que en definitiva nos va a construir nuestro «proyecto de vida», corremos el riesgo de quedar «atrapados» en lo que podemos considerar un guión «cerrado».Nuestras actitudes frente a esas circunstancias que nos van a ir «acechando» día a día, en el camino hacia la trascendencia, refiriéndonos a la misma como al ir más allá de algún límite que, por lo general, es el espacio tiempo o lo que es lo mismo: aquello que consideramos como mundo o universo físico, nos llevan a considerar lo que sabiamente reza un aforismo tibetano: «La vida es lo que hacemos de ella». Así, si nuestras actitudes no van dirigidas a que nos convirtamos en los únicos guionistas, directores y, sobre todo, en los «actores principales» de lo que es nuestro «proyecto de vida», no seremos capaces de construirnos a nosotros mismos y dejaremos de convertirnos de esta manera en los verdaderos protagonistas y «arquitectos» de nuestro propio destino.

De lo contrario, nos convertiremos, no sólo en actores secundarios de nuestra vida, sino que podemos llegar a ser simples espectadores de lo que va a marcar toda nuestra existencia y que no nos permitirá, desde la posición de «observador», pasar a la acción y tomar las «riendas» de nuestra vida y sufriremos todas las consecuencias que esto conlleva; como el impedirnos «reaccionar» y modificar actitudes conforme nos demos cuenta de que el rumbo que nos han trazado y que a modo de «impronta cultural» traemos al nacer nos hará incapaces de reorientarlo y alcanzar nuestro verdadero destino.

No dejemos que además de «barajarnos» las cartas, jueguen por nosotros la partida y convirtámonos, consciente e inteligentemente, en directores, guionistas y actores principales de nuestra propia «película»; es decir, escribamos día a día esa hoja en blanco que nos permite vivir el aquí y ahora e interpretemos nuestra propia vida. Sólo así nos trazaremos un rumbo que nos llevará a nuestro destino y, como afirma Jorge Bucay, «Sólo así nos encontraremos al final. Tú con tus respuestas; yo con las mías. Querrá decir que también lo conseguí yo».