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Berlusconi bendice el nuevo partido que unifica el centro-derecha italiano

La fusión de Forza Italia y Alianza Nacional en el Pueblo de la Libertad aspira a llegar al 31% de los votos

| CORRESPONSAL. ROMA Actualizado: Guardar
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En 1993, inaugurando un supermercado en Bolonia, el magnate televisivo Silvio Berlusconi dijo que él votaría por Gianfranco Fini si viviera en Roma, donde el líder posfascista del MSI se disputaba la alcaldía. Fini lo agradeció, pero barruntando que meditaba lanzarse a la política, murmuró: «Espero que siga trabajando en lo suyo». No lo hizo. Ahora es Fini el que trabajará para Berlusconi. 'Il Cavaliere' inauguró ayer el congreso de fundación del Pueblo de la Libertad (PDL), el gran partido de la derecha en el que confluyen su Forza Italia y la Alianza Nacional de Fini, pero que está configurado como su partido unipersonal. Será presidente absoluto por aclamación.

Un gigantesco escenario azul, con una zona VIP a sus pies y una orquesta que amenizaba las pausas fue el fastuoso decorado. Berlusconi supervisó todo, del menú -mozzarella y pasta al horno- a las butacas, donde dio prioridad en las primeras filas a mujeres y jóvenes. Ante 6.000 delegados, un Berlusconi pletórico se despachó con un discurso de más de hora y media. Lo dedicó a sus temas habituales: enumeración de ideales liberales y demonización de la izquierda, el comunismo, la magistratura, los jueces de Manos Limpias y la prensa. Palabrería aparte, el dato esencial fue éste: «¡Los sondeos nos dan el 43,2%, pero es inútil esconder que intentamos llegar al 51%!».

Berlusconi desea instaurar una nueva Democracia Cristiana, un partido hegemónico que garantice el poder para la eternidad, pues Italia siempre ha tenido una mayoría de derechas. «¡Hoy se cumple un gran sueño!», proclamó. En teoría, el PDL completa el bipartidismo que debería dar estabilidad a Italia, pero es un sarcasmo, porque en la izquierda el Partido Demócrata (PD) se está hundiendo. Las elecciones europeas quizá lo liquiden. Por otro lado, el PDL es sólo un celofán en el que seguirán muy vivas las filas de AN. Por no hablar de la inevitable estela de partidos enanos que arrastra cualquier formación media italiana. Berlusconi invitó ayer al palco a sus jefezuelos y allí desfiló la Mussolini, liberales, republicanos, socialistas y demás familia. Se llevan un 10% de las poltronas.

Traumático

Para Forza Italia sólo es un cambio de sigla -de hecho su página web es la del PDL-, pero para Alianza Nacional, último residuo de la tradición fascista, es algo traumático. Significa desaparecer. Su congreso de adiós del pasado fin de semana fue un baño de lágrimas. Fini pilotó en 1995 la transformación del MSI en AN, un primer barniz de modernidad que ahuyentó a los viejos fascistas. Pero conservó el símbolo de la 'fiamma', la llama de la tumba de Mussolini. Fue lo único, porque Fini peregrinó a Israel y renegó del 'Duce'. Los nostálgicos del partido se han dejado llevar a regañadientes. Como Fini, de 57 años, que aspira a ser un día el sucesor de Berlusconi, de 72.

Fini se ha especializado en equilibrar las extravagancias de 'Il Cavaliere'. Lo de juntarse todos en el PDL bajo su mando fue una ocurrencia de Berlusconi. Fini y su otro aliado, Pierferdinando Casini, de la UDC, se subían por las paredes. «Estamos ya en el número cómico final», dijo Fini. Casini se largó. Fini ha tragado. Ayer asistía en primera fila al número siguiente.