ALEGRE. Sus amigos destacan el carácter afable de José Mazuelos. / L. V.
JOSÉ MAZUELOS | DELEGADO DIOCESANO DE LA PASTORAL UNIVERSITARIA DE SEVILLA

Un hombre conciliador y de buen talante

Desde sus primeros pasos en el sacerdocio, sus más allegados intuían con acierto que su carrera en la curia alcanzaría altas cotas

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Canónigo Penitenciario del Cabildo Catedral Metropolitano de Sevilla, director del Servicio de Asistencia Religiosa (SARUS), capellán de la Universidad de Sevilla y responsable de la Pastoral Universitaria, el que será nuevo obispo de la Diócesis de Asidonia-Jerez está considerado un hombre conciliador, de buen talante. Desde sus primeros pasos en el sacerdocio, sus allegados y amigos intuían que su carrera en la curia alcanzaría altas cotas. En su haber también figura labor pastoral directa, que realizó con buen tino en la parroquia de las Nieves de Benacazón.

José Mazuelos Pérez nació en Osuna en 1960, una localidad que guarda grandes y cariñosos recuerdos sobre las primeras etapas de su vida. Estudió en el instituto de Bachillerato Francisco Rodríguez Marín, donde «fue un niño inquieto, travieso y siempre alegre», como recuerda su compañero de estudios José María Aguilar. Antes de sentir la llamada de la vocación y siguiendo la tradición paterna, el futuro obispo de Jerez estudió Medicina. Es también doctor en Teología Moral y en Bioética.

José Mazuelos es, además, director espiritual de la Hermandad de los Estudiantes de Sevilla, lo que lo sitúa en ámbitos de comprensión y cercanía con el mundo de las cofradías, algo que evidencia también su relación con la Hermandad de Jesús Nazareno y la Virgen de los Dolores de Osuna, a la que solía acompañar cada Viernes Santo en su discurrir hasta la Colegiata. Doctor en Teología Moral, en Bioética y licenciado en Medicina, es una persona muy cercana también al ambiente universitario.

Se da la circunstancia de que relevó en la pastoral de la Universidad de Sevilla a Juan del Río cuando éste marchó a la Diócesis de Jerez. Por tanto, parece que Mazuelos seguirá los pasos del actual arzobispo castrense, con quien le une, por cierto, una gran amistad. Ambos tienen, además, estudios de Teología, Mazuelos como médico y Juan del Río como periodista.

Persona con ideas firmes, ha destacado también por ser ponente sobre diferentes asuntos relacionados con el aborto y la bioética. Reproducimos a continuación un extracto de la ponencia protagonizada en diciembre 2007 en el marco del Foro de Debate Humanismo y ciencia organizado por la Delegación Diocesana de Pastoral Universitaria.

«Hoy más que nunca el hombre tiene planteado una pregunta moral ante el proceso de muerte. Es decir, el hombre de hoy necesita afrontar el tema de la humanización del morir y buscar soluciones que impidan su deshumanización.

Dos razones fundamentales hacen necesaria una reflexión moral. Por un lado, la medicalización del morir originada por el avance tecnológico en el ámbito médico, que ha hecho posible extender el empleo de cuidados intensivos allí donde el carácter irreversible de la patología no justifica su aplicación, originando el riesgo de atentar contra la dignidad del moribundo a través del llamado encarnizamiento terapéutico.

Y, por otro, el nuevo rostro con el que se presenta en nuestra sociedad y cultura el fenómeno de la eutanasia. Si bien es verdad que ha aparecido en diferentes etapas de la historia, hoy adquiere un nuevo rostro caracterizado por los siguientes elementos: En nuestra sociedad se ha pasado de una actitud de condena a una de tolerancia, incluso de aceptación de la eutanasia, observándose un aumento de los partidarios de la misma. De ser un tema abordado por grupos minoritarios se ha convertido en los últimos años en tema de discusión no sólo de los medios de comunicación, sino también de los parlamentos de diferentes países, llegándose en Holanda a aprobar un proyecto de ley despenalizador de la misma.

Actualmente no sólo se reivindica la eutanasia, que podemos llamar clásica, en la que se pedía su práctica para mitigar el dolor y el sufrimiento de los enfermos incurables, siguiendo así la falsa ilusión de ofrecer una muerte más digna, alejando el dolor y el sufrimiento, con la negación de la vida misma, sino que se argumenta un supuesto derecho de todo hombre a elegir el modo y el momento de morir. A su vez, se solicita la eutanasia para los niños deformes y los ancianos inválidos que son concebidos como una carga».