UNA FÁBULA

La soledad de SuperCaballa

Imaginen un superhéroe. Traje de látex ajustado y abultado a lo largo y ancho de la musculatura. Colores brillantes. Capa azulada. Máscara. Ceño insolente. Brazos cruzados, piernas abiertas, cuello en alto. La mirada socarrona como complemento a la sonrisa irónica. Se llama SuperCaballa y su némesis, armadura medieval que le tapa el cuerpo arrasado por una quemadura nuclear (procedente del reactor de un submarino americano que se estropeó en el Estrecho), es el Doctor Coñeta, el tipo que amenaza con dejar a Cádiz sin un solo empleo y quiere boicotear a toda costa los actos conmemorativos del Doce.

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SuperCaballa, que adquirió sus poderes una noche de luna llena en el puente Canal cuando resbaló por no tomar las debidas precauciones y se dio un golpe con una roca, ha prometido a todos los gaditanos que el bien prevalecerá, que llegará un día en el que el bienestar, la bonanza y las riquezas volverán a brillar bajo la luna llena caletera. Sus armas son poderosas: tiene en sus venas de pescado azul la secular grandeza de una ciudad trimilenaria. Ganaremos, proclama desde un globo de viñeta.

Lo malo es que el Doctor Coñeta es no menos poderoso. Cierto día anunció que atacaría el flanco industrial y Delphi y sus miles de salarios pasaron a la historia. Fue su gran golpe mediático, si bien el verdadero impacto de su maligno plan era inocular el veneno poco a poco. Pese al cierre, eran buenos tiempos aparentemente y miles de personas se solidarizaron con los ex operarios: SuperCaballa vencía. Entretanto, el paro empezaba a subir y, 19 meses después, sigue al alza. Más de 60.000 nuevos desempleados en el camino y ninguna nueva protesta masiva, sólo unos cuantos delegados sindicales con el día libre. Las maquinaciones del villano calan. ¿Por qué protestar? SuperCaballa mira alrededor y se encuentra con la soledad del superhéroe.